El cuerpo institucional. Afecciones, conexiones, intensidades

El cuerpo ya no es el obstáculo que separa al pensamiento de sí mismo, lo que éste debe superar para poder pensar. Por el contrario, es aquello en lo cual el pensamiento se sumerge o debe sumergirse para alcanzar lo impensado, es decir, la vida.” G. Deleuze

¿Porqué dar la palabra a la filosofía cuando se trata de las instituciones concebidas en tanto cuerpos? ¿No hay acaso prácticas y discursos más cercanos y específicos a la hora de dar cuenta de los afectos de que es capaz un cuerpo institucional?

Partiré de una bella idea de Pascal, a modo de fondo tonal, sobre el cual pensar la pregunta en cuestión.

Nosotros bogamos en un vasto mar, impulsados de un extremo al otro, siempre inciertos y fluctuantes. Cada límite al que pensamos anclarnos y establecernos vacila y nos deja; y si lo seguimos, se nos sustrae, se desliza y huye en una eterna fuga. Nada se detiene para nosotros. (…) Estamos en ascuas por el deseo de encontrar un orden estable y una última base segura para edificarnos una torre que se eleve al infinito; pero cada fundamento nuestro cruje, y la tierra se abre hasta los abismos”. (1)

Ilusión de estabilidad que junto con la de finalidad, sentido y trascendencia, arman el tejido sobre el que fracasa una y otra vez, el intento de fijar el devenir, darle un orden y una legalidad.

Hasta aquí el mundo, lo real, los cuerpos, la vida se parecen mucho más al fluctuante río de Heráclito que a la esfera inmóvil de Parménides. Diferencia e identidad pensadas muy tempranamente.

En el inicio de nuestra institución filosófica occidental encontramos a uno y a otro; no podemos entrar dos veces en el mismo río y el ser es, el no-ser no es.

Pascal con Heráclito, extraña ucronía, ligazón y trazo de una línea a seguir, línea que se sostiene de un plano de consistencia, por lo cual no propone un devenir extraviado, un caos absoluto y menos aún la nada.

El plano, por el contrario, permite el recorrido de flujos, movimientos y transformaciones, sin pérdida del proceso.

Con Nietzsche sabemos que una real subversión de valores, trae un tiempo de destrucción para pasar al de creación. Esto será cuando el nihilismo activo y consumado, haya dado las vueltas necesarias para desarmar el punto de vista de los viejos valores. Si no, lo que hay, es el nihilismo como estado psicológico, el que sobreviene cuando intentamos, como dice Nietzsche, fijar lo imposible de detener, buscarle una organización, finalidad, causalidad.

Perdemos el tiempo en el vano intento de vencer al azar. Cuánto habremos ganado, si podemos como Zaratustra, cocinar y alimentarnos con él, jugar como en la partida de dados, sin abolirlo jamás.

La “Etica” de Spinoza propone un real desafío al pensamiento filosófico moderno, éste es el modelo del cuerpo. Y aún más, cuando a partir de un acto absolutamente provocador, afirma que “no sabemos lo que puede un cuerpo”, (2) no sabemos de su potencia ni de las variaciones intensivas producidas en el encuentro con otros cuerpos.

Cuerpo no sustancial sino modal, intensivo y relacional, siempre necesita para conservarse de la acción y afección de otros cuerpos, como si la regulación y regeneración vinieran de esa relación, necesaria y al mismo tiempo azarosa, dado que será cada vez, en cada composición, donde se dará un cuerpo de puras conexiones, atravesado por afectos como si fueran flechas.

El despliegue de la potencia es por lo tanto imprevisible, excede al cálculo y es por eso que no sabemos lo que puede un cuerpo, su posibilidad no es objeto de ninguna especulación.

Spinoza sigue a los filósofos atomistas, los cuerpos se desplazan por la fuerza del conatus, (impulso) con velocidades, lentitudes, reposos y trayectorias siempre variables. Longitud móvil y latitud afectiva, ambas dimensiones procedentes del medioevo y la geografía, componen para Deleuze la cartografía corporal.

Cartografía como conjunto, mapa o plano multilineal con diversos recorridos, variados segmentos que a la vez, lejos de toda abstracción, son modos de subjetivación; caja de herramientas al decir de Foucault, con nuevas máquinas conceptuales.

Cartografía conlleva conexiones, heterogeneidades, multiplicidades, mutaciones.

Cuerpo que puede devenir subversivo, rebelde, y provocador acrecentando sus apasionadas razones, listo a fugar, a desarmar códigos y territorios, a proponer nuevas y múltiples semióticas. Será este cuerpo, el que propongo como recurso a la invención, la experimentación y el acontecer.

A distancia de las líneas más duras del racionalismo, Spinoza limita el poder de la conciencia a favor del despliegue y expansión del pensamiento; éste se construye y acrecienta a partir del plus de las ideas sobre las afecciones. Esto implica a la vez, la reducción del padecimiento y la creciente conquista de la acción.

Ignorancia de la conciencia que desencadena, al mismo tiempo que desconoce, y por lo tanto ilusiona, el desenfrenado impulso de control y poder. Pero jamás una pasión del cuerpo podrá ser doblegada por la razón, sino sólo por otra pasión más fuerte; real corte con la ontología propia de la modernidad, apertura de un espacio absolutamente inédito para la época.

Conciencia cuya materialidad ilusoria, promueve en consecuencia, la invención de la trascendencia; al ignorar los enlaces contiguos e inmanentes, salta a las causas primeras y fines últimos, ambos cargados de los misterios y milagros propios de la creencia.

También su gesto insólito, lo lleva a subvertir la idea platónica del Bien como orientador de toda búsqueda; nos dirá que lo primero es el impulso, deseamos y luego estimamos algo como bueno. Bueno para cada quien y no universal. Inversión ética, lógica y ontológica a la vez.

¿El cuerpo un acontecimiento?

¿Cómo ligar una ontología de la potencia con una política del cuerpo, cuando además se trata de la potencia colectiva y por lo tanto del cuerpo institucional?

Responder esta interrogación es sólo posible si reconocemos el viraje radical que Spinoza propone, transformar la pregunta ¿qué debes en función de tu esencia? en ¿qué puedes en virtud de tu potencia? O bien pensar la esencia como potencia, giro a la vez de la tradición aristotélica hegemónica, según la cual la potencia tiene siempre un grado de realidad y perfección menor que el acto. La potencia spinoziana es efectuación, cantidad intensiva que colma una afección.

Esto es pasar del régimen moral del deber ser al del querer, del régimen del mandato al del poder ser, del modo de funcionamiento sobrecodificado y de máxima organización, al modo del plano de consistencia, flexible, abierto a la mutación y dispuesto a combatir la pesadez con la que frecuentemente las instituciones capturan.

También supone la idea que recorre el “Tratado político” respecto a la suma de las potencias colectivas, los derechos comunes y la inmanencia de la libertad, alcanzada a partir del perseverar comunitario.

Una comunidad persevera en su ser en común. Nancy pudo afirmar sobre esta fuente, que si bien no hay sentido común, se trata entonces de crear sentidos en común.

Desde Nietzsche el espíritu de la pesadez es una fuerza poderosa, inercial, opresora, gobernadora del mundo, máquina infernal que a cada paso nos deja impotentes, neutralizados, pauperizados. ¿Cómo encarar la lucha con semejante adversario? ¿Con qué tónicos alimentarnos, con qué remedios curarnos?

¿Porqué el poder nos necesita tristes se pregunta Spinoza? Separación radical entre poder y potencia, siendo el primero, el que siempre nos separa de la segunda, destinado a interponerse con el fin de que la impotencia se expanda en nosotros. El poder trascendente captura, intercepta nuestra potencia inmanente, está siempre al acecho.

El tirano, el esclavo y el sacerdote componen la trinidad moral, hombres de pasiones tristes cuya tristeza es una merma de nuestra posibilidad de obrar y un aumento del padecimiento.

Física de las variaciones continuas, propia de las mezclas de cuerpos. Pero esta trinidad, lejos de ser una puntuación en la genial teoría de los afectos spinoziana, es un modo de funcionamiento institucional, una lógica, con efectos y consecuencias muy poderosas.

¿Qué vida podríamos augurar a tal organización de mandos y jerarquías?

¿Cómo se conectan estos tres personajes, el tirano, el esclavo y el sacerdote? Es el odio a la vida, el resentimiento y la condena, componiendo ese complejo que Spinoza llama pasiones tristes, Nietzsche espíritu de la pesadez y Deleuze aparato de captura.

Lejos de proponer una correspondencia entre los tres, acentúo las resonancias de la tristeza en el espíritu de la pesadez y en el funcionamiento de todas las formas de poder sobrecodificado, es decir en la lógica del aparato de Estado. En el extremo opuesto, la máquina de guerra es irrupción de lo efímero e impulso de metamorfosis, desarma las líneas duras y las marcas organizativas. No se trata de propiciar la guerra, sino de liberar el cuerpo cautivo bajo diversas formas.

Pesadas cargas lleva la vida, pesados valores, mandatos, ideales, pactos, deberes y lo peor, es la naturalidad y resignación con las que finalmente los soporta. Ignorancia propia del padecimiento y la posición servil.

Somos camellos, primera transformación del espíritu, capaces de pasar hambre por amor a la verdad, llevar infinidad de pesos, llegar, descargarlos y agacharse para nuevamente ser cargados; arrodillarse y rezar.

Pesadas palabras, pesados valores nos acompañan desde la cuna. ¿Podremos en algún momento devenir leones y afirmar el yo quiero frente al tú debes? Puesta en juego de un acto de libertad, capaz de frenar la pesadez de las interpretaciones morales y religiosas que nos habitan.

Para Nietzsche, sólo el niño, que encarna a veces Dioniso, podrá crear nuevos valores en tanto es inocencia, olvido, juego, primer comienzo y un decir Si a la vida.

Pero el niño es una apuesta, una línea por donde fugar y por lo tanto impredecible. Si el camello insiste y el león demora ¿de qué afectos será capaz un cuerpo institucional anémico, obediente y conformista?

Odio, burla, ira, temor, desesperación, envidia, arrepentimiento, venganza. Sentimientos de esclavos o de rebaño. Ninguna salida potente y creadora es esperable desde semejante pasión, sólo un devenir moral y religioso pleno de dolor.

Pathos: dolor, enfermedad, padecimiento, pero también capacidad de alteración, es decir que la pasión puede tener un devenir activo y mutar en acción. Potencia de acción y potencia de pasión, variación y proporción inversa.

Recorrer la “Etica” orientada por la hipótesis del paralelismo -no hay ninguna primacía, ni del alma sobre el cuerpo, ni del cuerpo sobre el alma- constituye una fuerte orientación en la lectura.

Spinoza propone que el orden y conexión de las cosas es el mismo que el de las ideas; orden y conexión de las afecciones, el conocimiento, las acciones y pasiones.

En este punto, y tratándose de la modernidad, resulta fecundo traer a Descartes como contrapunto. En el “Tratado sobre las pasiones del alma”, dejó sentado, una vez más en la historia de la metafísica después de Platón, que “ nada obra más en contra de nuestra propia alma que nuestro propio cuerpo, de modo tal que cuando el cuerpo actúa, el alma padece y viceversa”.(3)

Relación inversa que llevó a Spinoza a responder con el paralelismo, éste implica la absoluta imposibilidad de que un cuerpo sufriente, se acompañe de un alma activa. Arduo e infinito combate que enloqueció a la modernidad.

Lejos de las líneas más duras de la filosofía, lejos también de la moral, que es su inmediata consecuencia, lejos de los poderosos ideales y del deber ser, Spinoza habla de la potencia como lenguaje de la ética.

Fuerza de existir y potencia de obrar, variaciones de cantidad intensiva que son la vida misma en cada singularidad.

Un triángulo no querrá nunca ser círculo, al contrario insistirá en su estilo de existencia triangular, sin faltarle nada de lo que posee el otro.

Conatus, que en su perseverancia en lo más propio, llevará a Spinoza a sostener, que al ciego no le falta nada hasta tanto no lo evaluemos con un vidente; sería tan absurdo decir que le falta la visión, como afirmar que la piedra no tiene ojos.

Las afecciones son siempre afecciones de la potencia, siendo ésta lo más real y singular para cada ser.

Vía abierta al deseo, impulso, insistencia y perseverancia en los modos e intensidades de cada quién. Dirá Deleuze ¨Dime la capacidad de afección que tienes, y te diré lo que eres¨. (4)

En este despliegue de la potencia, puede suceder que haya composición, encuentro y expansión, o descomposición, desencuentro y hasta destrucción.

Si hay composición, habrá aumento de la potencia de obrar, alegría, afección e idea acerca de la misma, pero si los encuentros generan padecimiento, habrá tristeza, sólo efectos lejos de las causas y sometimiento al azar de lo que suceda.

Se abre aquí la posibilidad de pensar a la institución, como el movimiento permanente de composición y descomposición de las potencias colectivas. Y en este trayecto, me vuelvo entonces a preguntar ¿de qué afectos es capaz un cuerpo institucional?

Cuerpo campo de fuerzas, combate entre líneas, unas afirmativas, activas y creadoras y sus opuestas negativas, reactivas y tanáticas. Nietzsche llamó existencia estética al triunfo de las primeras y existencia moral al de las segundas.

¿Podríamos pensar un devenir estético para la institución?

Deleuze propone la lógica del diagrama para la serie que va de los clichés a la catástrofe de éstos, al momento de caos, luego al germen y finalmente a la obra.

Tiempos, que al tratarse de un cuerpo institucional, es dable pensar como posibles intervenciones, que en su devenir estético, producirán algo de lo que no había.

En oposición a este movimiento, puede haber bloqueos, cortes del flujo deseante, taponamiento del devenir, pero también capturas al modo de agujeros negros, insistencia de lo igual sin variación, momento de invisibilidad de las fisuras por donde fugar. Fisuras conceptualmente diferentes a las rupturas, éstas no permiten, en general, ningún movimiento creador, aquéllas lo posibilitan.

La máquina de guerra compone la figura liberadora que una abertura puede generar.

Spinoza sostiene que podemos amar y odiar con igual intensidad algo que nos afecta, y agrega que esta disposición del alma que brota de dos afectos contrarios se llama fluctuación del ánimo. Afectos contrarios expresivos del caos despertado por tal choque.

Si acompañamos, como lo hace Deleuze con Spinoza, la idea de los afectos como las intensidades de las que un ser es capaz, toda una física en continuo movimiento muestra la imposibilidad de estabilizar lo que nunca será constante, dado que estabilidad y constancia son propiedades de la sustancia que no somos.

Somos relaciones, composiciones, encuentros contingentes y no necesarios, esto es, modos finitos con toda la indeterminación propia de esta condición.

¿Cómo se escribe la historia dentro de este cuadro más artísticamente real que históricamente verdadero? Y luego ¿qué consecuencias pensar para una forma de mimesis creadora y no meramente imitativa?

Subversiones consecuentes con una deconstrucción de la metahistoria como donante del origen, la causa, el sentido y la finalidad. Por otro lado, como efecto de esta inversión genealógica, es posible pensar en una apropiación del pasado capaz de ser tomado en múltiples transformaciones, nuevas formas de mimesis despegada de la mera copia.

Frente al historicismo, Nietzsche afirma que la vida necesita para acrecentarse y no sólo conservarse, cierta capacidad de olvidar, un olvido creador, activo y afirmativo.

En la “Segunda consideración intempestiva” llamó historia monumental a ese modo de aplastar la vida con todo el peso de los ideales, fines y sentidos, imponerle valoraciones eternas, orígenes milagrosos y tentarla con la salida hacia la trascendencia.

Proponerle a la vida institucional semejante historia es matarla.

También ubicó la historia anticuaria, el detalle, la colección, lo pequeño pero grandioso en su repetición y exhibición. Se preguntaba entonces, ¿cuál es la dosis de historia que no daña la vida, que le permite realizar su voluntad afirmativa, su expansión y devenir?

Historia crítica es esta última, y si de variaciones de intensidad se trata, ésta es la que entra en una buena composición con la vida, ni ausencia ni sobredosis; también se compone con la genealogía al modo foucaultiano, es decir con la formación de multiplicidades discursivas y relaciones de poder, lejos de toda hegemonía de la unicidad.

¿Cómo el cuerpo puede fugar, curarse, reducir el sufrimiento apostando a la invención? Una de las vías, sin duda, es extraer las consecuencias políticas de pensar el deseo de lo común como la máxima potencia colectiva, que lejos de reducir, acrecienta la libertad.

La comunidad, la presencia de los muchos, la construcción paciente y permanente de la potencia de la multitud libre, es la afirmación del deseo y la ley en toda su inmanencia.

Propongo entonces llamar cuerpo estético, al recurso para el cambio y la subversión de las ataduras mortíferas, tristes, impotentes y también los devenires totalitarios.

Ceguera y confusión nos dejan tomados en un caos pasional, al punto que corremos el peligro, parafraseando a Spinoza, de luchar por la servidumbre como si se tratara de la libertad.

Pero si las instituciones nos llenan de afectos, en ese vaivén es posible cambiar los modos de circulación generando la posibilidad de invención, nunca preexistente, sino que se trata de producción deseante y por lo tanto inmanente.

Trazar una línea de fuga es propio de la creación, del cuerpo creador y si trazarla, es como piensa Deleuze, producir lo real, crear vida, se tratará de encontrar recursos, deshacer obstáculos, transformarlos en medios.

 Línea creadora de la diferencia, en combate contra la repetición propia de la captura, línea que arma planos y trazar planos en el caos es propio del arte. Es decir que un cuerpo institucional, puede tener un devenir estético.

Este cuerpo será el cuerpo capaz de restar, de escapar a las representaciones con sus capturas, marcas, códigos, cuerpo, que al modo del arte, deseante y productivo, fluya en el sentido de su conatus.

El arte desliga a los cuerpos de su inercia, de la materialidad de su presencia, de sus pliegues orgánicos, es decir organizativos. Deshacer el cuerpo hegemónico inventando uno nuevo en todas sus conexiones posibles.

¿Somos capaces de concebir lo inédito en el espacio institucional?

Retomo entonces aquí la idea de Spinoza, que pensaba en una comunidad de hombres libres, de potencias y derechos orientados por afectos activos, trayectos complejos, pero nunca imposibles.

Parafraseando a Nietzsche ¿qué nos impulsa a vivir el instante siguiente, cuando no se trata de cada uno sino de la vida institucional? Tal vez sólo podamos recorrer la pregunta, sumando otra. ¿Es posible un acontecimiento portador de una nueva espontaneidad rebelde, ligada al amor, la alegría y la obra? Y a la vez ¿cómo pasar de la resistencia a la insurrección?

¿Puede un acontecimiento de este orden terminar con la trinidad moral de tiranos, sacerdotes y esclavos, como modelos de funcionamiento institucional?

Para concluir y en una intensa cercanía con esta línea, tomo una idea de Deleuze. “El devenir no es la historia, la historia designa únicamente el conjunto de condiciones de las que hay que desprenderse para devenir, es decir, para crear algo nuevo.” (5) Esto es hacer lugar a lo Intempestivo.

REFERENCIAS:

  • Pascal B. “Pensamientos”. Editorial Porrúa. Méjico 1989
  • Spinoza B. “Etica”. Editorial Alianza. Madrid 1987
  • Descartes R. “Las pasiones del alma”. Editorial Aguilar. Buenos Aires 1965
  • Deleuze G. “En medio de Spinoza”. Editorial Cactus. Buenos Aires 2004
  • Deleuze G. “Conversaciones”. Editorial Pretextos. Valencia 1996

 

 Publicado en “Zélema”. Edit. Letra Viva. Bs. As 2014.

 


Nora Trosman es Lic. en Filosofía -Fac. Filosofía y Letras, UBA-. Profesora de la Maestría en psicoanálisis de la Fac. Psicología UNR. Autora de «Interlocutores filosóficos de Lacan». Letra Viva. Durante 2016 dictó un curso en el Centro Oro en el marco de Encuentros con la Filosofía, “Cartografías del Cuerpo”.