El dispositivo vincular y el valor de la escena

El dispositivo vincular, a diferencia del individual, introduce en la realidad del espacio psicoanalítico a más de dos  sujetos, modificando  de esa  manera el binomio paciente-terapeuta. 

Aquel que padece”  podrá ser una institución, un grupo, una familia, una pareja.

Aunque estas diferenciaciones  marcan sin duda especificidades en los distintos encuadres, pueden hallarse ciertos elementos comunes.

Uno de ellos, fiel a la perspectiva psicoanalítica, es el que reconoce en la transferencia la clave para la aproximación a la comprensión y a la intervención clínica.

Mucho se ha escrito sobre las complejidades que introducen estos dispositivos, que al ampliar la cantidad de sujetos puestos en presencia en el espacio terapéutico, multiplica  las vías transferenciales que posibilitan la operación clínica.

Simbólica de una palabra que un analista debe descifrar en el movimiento de un discurso , que circulando a través de las singularidades que componen ese vínculo que se nos presenta como “paciente “, va tejiendo una trama en la que todos quedan involucrados.

En la particularidad del dispositivo vincular debemos anotar que la transferencia se complejiza no solo por la multiplicidad de la trama discursiva  sino por el valor preponderante que adquiere el despliegue de la escena en la que se desarrolla.

En estas reflexiones Intentaré abordar desde esta problemática algunas de las características  del encuadre vincular , lo que me conduce a transitar por algunos recorridos teóricos que articulan el espacio de la escena con la percepción, la posición de  la mirada y el registro de lo imaginario.

Me voy a referir al “paciente “pareja, en el seno de cuya práctica  surgen estas reflexiones.

 

Acerca de la percepción:

La percepción ha sido un tema ampliamente trabajado en los desarrollos freudianos.

Muy tempranamente (1) se le otorga un lugar preponderante en la operativa yoica, ya que su aparición, vía cualidad placer -displacer hará posible la inhibición de la alucinación y la búsqueda del objeto existente. La vivencia de satisfacción opera sobre el signo de realidad: el placer se asocia a una descarga  efectivamente producida. La persistencia de la alucinación conducirá inevitablemente al displacer y la frustración.

En estas primeras formulaciones la percepción estará estrechamente ligada a la función de las neuronas Omega, que, apoyándose en el signo de realidad, aportan la cualidad, requisito indispensable para el funcionamiento psíquico. Es decir que la percepción será responsable no solo de la discriminación placer-displacer, asociada a la descarga, sino de anoticiar sobre  la presencia o la ausencia del objeto, y sobre sus cualidades como existente.

Ya en esta línea avancemos hacia la metapsicología (2), donde el yo-placer, que incorpora el atributo placentero del objeto como propio, externalizando el atributo displacentero, debe ceder su lugar aun yo-real definitivo que, más que centrarse en la percepción del atributo, debe atender al signo de realidad que introduce la existencia del objeto.

Íntimamente articulada con estos desarrollos, la función de la percepción vuelve a ser abordada a través de la diferenciación entre el  juicio de atribución y juicio de existencia que marcan la diferencia entre una subjetividad centrada en el narcisismo y otra atravesada por la castración (3).

Intentemos ahora retornar, desde estos desarrollos teóricos, a la clínica vincular.

Afirma Freud:..“La función del juicio tiene en lo esencial dos decisiones que adoptar. Debe atribuir o desatribuir una propiedad a una cosa, y debe admitir o impugnar la existencia de una representación en la realidad.”(3)

¿Cómo juegan estas dos decisiones en el dispositivo vincular?

Podríamos afirmar que la presencia del otro  del vínculo en el espacio terapéutico introduce, en tanto objeto existente  un tope a la representación singular que cada uno de los partenaires posee del “otro”. Opera como  signo de realidad que obliga a revisar el atributo asignado.

La fijeza de esa representación, ignorando el signo de realidad que el otro introduce dará cuenta de uno de los parámetros para pensar la patología de ese vínculo.

Pero además cabe anotar que en el dispositivo vincular hay otro participante de la escena: el analista, que se convierte en testigo de la diferencia entre el atributo de esa representación de objeto y el objeto existente.

En tanto estas reflexiones me conducen a revisar el encuadre vincular recortándolo desde el ángulo de la percepción, surge la cuestión acerca del lugar que le cabe al analista desde esta perspectiva.

Parece que uno puede encontrar aquí la estructura de esa demanda que muy frecuentemente  se verbaliza como en esta viñeta:

-J: Yo voy a contar lo que pasó hace un rato, quiero que Ud. me diga si acaso no tengo  razón

-M: ella no está para darnos la razón o no

-J: pero ella puede ser objetiva, no está implicada….

Ambos dicen la verdad y también se engañan.

¿Hay una verdad?, ¿el analista puede no estar implicado?

No podemos dejar de vislumbrar acá  una doble demanda a la función analista, que descubra una otra verdad, pero también que opere como el signo que permita  el examen de realidad que parece estar ausente y que tal vez es una de las claves  del padecimiento.

Tal como afirma  M, no es la función del analista convalidar o no las representaciones, y aunque de esto se tratara  es una tarea a la que podríamos llamar imposible y no solo porque la verdad de la realidad nunca es una, sino porque él es partícipe de la escena; contrariando la afirmación  de J., el analista está absolutamente implicado.

Pero, sin embargo no podemos ignorar la demanda de J que en los dispositivos vinculares se convierte muy frecuentemente en cuestión, ya que, por la particularidad del encuadre el analista es un tercero, testigo de las posiciones en juego.

Es testigo sobre todo de esa diferencia entre lo simplemente representado y lo existente, y se le reclama una toma de posición.

-R: ¿Ud. ve como me contesta? , siempre con cara de c…Yo intento que entienda las cosas…

-S: Yo te contesto mal porque vos me hablás mal. Me confundís…..

 Ella  (la terapeuta) te dijo el otro día que vos me enloquecés…empezás con un tema y en el medio estás hablando de otro y cuando me doy cuenta ya ni sé de que estamos hablando.

Pienso que se trata de una  demanda  que se genera sobre la necesidad de un  signo que permita avanzar hacia un examen de realidad, siendo la demanda la indicadora de su ausencia.

Aunque sabemos que la pérdida de realidad es condición de la subjetividad humana, se convoca al analista a ocupar una posición imaginaria que implica, como un espejo que refleja, un saber…Un saber sobre la realidad, por eso se le demanda el lugar de testimoniar la verdad sobre una percepción, o que supone la pretensión yoica de la “aprehensión objetiva “de la realidad.

Sin embargo sabemos que esa no es la función del analista, que va a encontrar una verdad más allá del plano de una percepción de los sentidos que opere en una dirección progrediente.

 El analista encontrará su función en otro plano de la percepción, detendrá su mirada y su escucha en esa “otra escena” donde irrumpe la subjetividad como efecto  de las vías regredientes de la repetición.

El efecto de la intervención del analista será un cambio en las posiciones subjetivas, que no podemos pensar al margen de un cambio en la perspectiva de una percepción que no pasa por los sentidos.

Retornando a  la propuesta freudiana  cabe acá recordar la función primaria de una percepción “interna” capaz de discriminar el placer del displacer , que va organizando en esa otra escena el mundo fantasmático y los caminos de una defensa inconciente (4) .

La demanda al analista del signo que abre al examen de realidad se torna  muchas veces un obstáculo importante en la operatoria de los dispositivos vinculares, pero acá cabe plantear una nueva cuestión: ¿Se trata sólo de un obstáculo?…

 

Acerca de lo imaginario

Sabemos que el infans se localiza en el espejo de la mirada del Otro como una totalidad, que lo unifica en su fragmentación pulsional. El “Otro “se configura así como garante de una imaginaria completud del yo, pero a la vez , afirmará Lacan, esta operación constituyente, será también el umbral del mundo visible.(5)

El analista es convocado en el despliegue escénico de una sesión vincular a ocupar el lugar de un espejo que devuelve una mirada identificatoria que opera sobre el reconocimiento de cada uno de los sujetos del vínculo y sobre el vínculo mismo.

Pero además  descubrimos que la demanda apela a una posición que “visualice” aquello que no puede verse ni significarse.

En tal sentido si el espejo plano es el artilugio que utiliza Lacan para conceptualizar el reflejo de un yo que se constituye a través de la alienación  en una imagen virtual, la introducción del espejo cóncavo permite hacer pivotear esa imagen como efecto de la mirada de un Otro que nos constituye como imagen real (6), casi como ilusión óptica.

Doble juego imaginario que convierte a la presunción del ser en una pura ilusión de los sentidos, marcando lo inaprehensible de un real al que no puede accederse.

Desde esta perspectiva el signo de realidad, con toda la connotación ilusoria que posee, será siempre  una función del Otro, y algo de esta marca constitutiva ha de reiterarse en la transferencia. La vacilación freudiana acerca de si es la instancia del yo o la del super-yo la responsable del signo de realidad favorecería esta concepción (7).

A partir de estas reflexiones, ¿no podríamos pensar que la demanda transferencial a un saber del analista que aporte el signo de realidad posee una doble vertiente?

Una apelación a un imaginario totalizante con presunción de verdad objetiva, pero también a un saber que localice al sujeto que padece en relación a un real al que no habrá acceso…y acá el signo de realidad se torna un signo de lo  real…

 

El despliegue de la escena

He afirmado anteriormente  que la pregnancia de la escena otorga una especificidad a los dispositivos vinculares, y esta afirmación me condujo a realizar un pequeño recorrido por el tema de la percepción en tanto la escena convoca los sentidos: lo visto y lo oído son claves en el proceso. Trampa imaginaria de los sentidos de la que el analista debe zafar para privilegiar una mirada y una escucha , que, separándose de las funciones , articulen la información recibida en una red simbólica que localice una otra verdad del entramado de las subjetividades en juego.

 En una primera entrevista C y R. entran al consultorio y vacilan antes de elegir ubicación.

En una segunda entrevista C (la mujer) entra primero ubicándose en el sillón donde en el primer encuentro se había sentado R.

En una tercera entrevista  C se retrasa, mientras me comenta en una complicidad manifiesta…”hoy voy a dejarle la cabecera”, mientras R acepta sonriendo el lugar cedido.

 El impacto  de la escena alcanza, más allá de lo que después se despliega en la palabra, para localizar las posiciones subjetivas de ambos protagonistas y el modo en que el analista queda involucrado.

Una mujer que se apropia de toda la escena y distribuye los lugares , un hombre que acepta con mansedumbre lo que le es otorgado , una fachada de ley, una rivalidad especular feroz , un intento de complicar a los otros en esta confrontación….. .

C y R llegan a la consulta por dificultades en la función parental: sus hijos se pelean brutalmente y muy frecuentemente terminan lastimados.

Una función parental fallida, donde la madre desmiente la gravedad de los hechos asociándose con el hijo victimario para evitar la supuesta furia de un padre que no logra poner un límite que acote la violencia entre sus hijos y la indiferenciación con una madre dueña de todos los lugares.

Todos estos elementos están presentes en las escenas relatadas…la escena aporta  un “insight” un golpe anticipado de la trama simbólica que habrá de desplegarse en el curso del tratamiento…La trampa narcisista de la que el analista debe zafar es la de la revelación inmediata de las posiciones en juego, porque a esa verdad los sujetos deben advenir, apropiándose ellos mismos del signo de realidad que esa escena encierra.

Un signo de realidad que, pivoteando sobre la angustia, opera como signo de lo real del goce de esas posiciones.

Se trata de una escena (la del espacio terapéutico) sobre otra escena (las posiciones  sobre las cuales los protagonistas organizan un  mundo que intenta aprehender en redes simbólicas e imaginarias un real que se escapa). (8)

Y en este punto no puedo dejar de introducir a Hamlet quien, en el tercer acto introducirá los actores  que develarán la verdad del asesinato del padre.

La “play scene”, el teatro en el teatro, permite localizar al nuevo rey como el asesino, pero lo que realmente busca Hamlet, enredado en la trama de una  procastinación que no le permite ejecutar su venganza, es encontrarse con su  deseo.

El “ser” o “no ser” se juega en el orden de la posición subjetiva, más allá de una puesta en escena…que permite descubrir al autor del crimen.

“…Hamlet se confronta a su “to be” a ese destino de ser pura y simplemente el agente del drama, aquel a través del cual pasan las pasiones…sin duda el valor de la escena es develador, no es solamente una estratagema eficaz presentifica la estructura de ficción de la verdad”(9). . El analista deberá avanzar por sobre ella para descifrar el punto de goce y la posición deseante de cada uno de los protagonistas del drama.

En esta línea parece que de lo que se trata es de recuperar la trama de una otra escena del mundo fantasmático donde, a la manera de un “canevas” van a bordarse las escenas de los sentidos que se ofrecen a la mirada y a la escucha del analista.

Referencias bibliográficas

  • Freud: “ Proyecto de Psicología “ Ed. Amorrortu
  • ”       : ” Pulsiones y destinos de pulsión   “         “
  • “       : ” La Negación”                             “                       “
  • “      : ” El Yo y el Ello”                           “                       “
  • Lacan: ” Escritos I “: El estadio del Espejo                          Ed. Siglo XXI
  • “      : ”Seminario  I” :La tópica de lo imaginario            Paidos
  • Freud: “Más allá del principio del placer “              Ed. Amorrortu
  • Lacan: ”Seminario sobre la angustia “               Ed. por Escuela Freudiana
  • Lacan: ”Lacan Oral” Hamlet: un caso clínico

 


Norma Mondolfo es psicoanalista, miembro del Consejo Superior de Centro Oro, directora del Departamento de Científica, docente y supervisora de la Escuela de Clínica Psicoanalítica.