El cuerpo que tenemos y el que somos

De la relación al encuentro terapéutico

Estamos acostumbrados a tomar como realidad lo que percibimos, representamos y pensamos, y nada más. De la misma manera cuando hablamos de cuerpo reconocemos el cuerpo que percibimos, representamos y pensamos. Insisto, de la misma manera nos acostumbramos a la única forma de comunicarnos es generando relaciones o vínculos con esa realidad dada que percibimos, representamos y pensamos.

¿Qué pasaría si ponemos en duda que sea esto dado como objeto a un sujeto la única realidad?

De hecho el rescate del inconsciente permitió aceptar una realidad dada pero no visible, de alguna manera representada y susceptible de ser pensada como metáfora que alude, una realidad interpretada en la transferencia terapéutica.

Como vemos siempre hay un fundamento de que “tenemos” como imagen que representa esa realidad dada y que “falta” alcanzar.

La revolución vino de muchos lados: en filosofía al desocultar al ser de los objetos dados y una ciencia al abrir el átomo como último “objeto” y se encontraron con una realidad invisible de partícula-onda, con in-formación que anhela una realidad dándose que transforma la dada.

Más aún, realidad dándose con nosotros al participar de una experiencia anterior a entrar en relación como Yo sujeto de una relación.

Estamos diferenciando relación de participación, relación en un espacio-tiempo que nos permite observar pero si estamos ante una realidad donde “todo tiene que ver con todo” y “somos parte de lo observado” como dicen los físicos de la cuántica; estamos ante una realidad viva dándose más allá de la dada que percibimos, representamos y pensamos.

Al aceptar esa realidad viva dándose, originaria y creativa, en la que participamos como “ser siendo con” como hoy piensan los filósofos post metafísicos. En esa realidad el deseo se debilita pues nada nos “falta” y logra manifestarse el anhelo de superarnos como ser, siendo con los demás. Más allá de la relación terapéutica hay encuentro del que participamos generando realidad desde lo vivido antes o junto a lo percibido.
Una cosa es el cuerpo que tenemos como sujeto desde donde nos relacionamos con lo dado objetivo, otra cosa es el cuerpo que somos o corporeidad desde donde participamos de una experiencia dándose en un “ahora que no cesa” transformando lo dado.

En el campo terapéutico lograr esa corporeidad participativa (devenir en el otro sin dejar de ser uno”) nos une al paciente en un diálogo que crea y transforma, además de informar de esa fuente inagotable de lo real.
El cuerpo nos informa de lo ajeno y oculto, la corporeidad nos in-forma de lo que nos está sucediendo “”aquí y ahora”

La corporeidad es un cuerpo vivo que se une a los otros cuerpos como diferente pero sin perder la unidad del diálogo vivencial que in-forma para interpretar la inmediatez de la experiencia que nos transforma.

La “verdad no existe “dice Nietzsche, “la verdad está en el diálogo” dice Vattimo, nosotros decimos, que la verdadera cura es con nuestros pacientes cuando más allá poner en relación “cuerpo como sujeto deseante (que percibe, representa y piensa), vivenciamos desde la corporeidad el ser anhelante de superación “con” el “Otro” como prójimo, como diría Levinas.

Dialogamos participativamente con el cuerpo que somos

Una cosa es el inconsciente individual reprimido por el Yo, otra el inconsciente cultural que influye desde la vivencia dándose “ahora” la cual solo es interpretada por el Ser, único capaz de participar sin identificarse, solo “siendo con” (“devenir en el otro sin dejar de ser uno”).

El ego ante estas vivencias reacciona con extrañeza en la experiencia participativa que suspende al otro como opuesto, susceptible de enfrentamiento.

En la participación los opuestos se unen dando sentido que se expresa en anhelos de superación. Diferente al deseo de la falta que enfrenta los obstáculos para alcanzarla.

En la participación no hay falta, todo tiene que ver con todo en un ahora anhelante de superación.
Por esto que es importante dudar de lo dado que me hace reaccionar desde el ego deseante, para poder participar desde el ser que participa de un ahora anhelante de superación “con”. Si no hay objeto deseante que me lleva al enfrentamiento de una relación se hace manifiesto el anhelo de superación participando, dialogando, “·ser siendo con”.

El paradigma epistemológico Sujeto – Objeto es suspendido por las participaciones anhelantes de “ser siendo con”.

Cuando uno dialoga participativamente deviene en el otro sin dejar de ser uno, es la diferencia en la unidad del diálogo que genera una experiencia de verdad “ahora” que construye una realidad viva dándose que transforma, a los que participamos dl diálogo, lo dado que queremos superar.

En este diálogo participativo existe una experiencia de “encuentro”, más allá de toda relación deseante de ser satisfecha. En el encuentro el deseo que enfrenta los obstáculos para ser satisfecho se transforma en anhelo de superar la circunstancia de vida que nos toca vivir.

Captar lo vivenciado de la experiencia excede todo determinismo mental y se aproxima a la imaginación creativa. El cuerpo que tenemos se abre al cuerpo que somos con el que participamos.