Apertura de la Jornada: El enigma de la diversidad en psicoanálisis

Queremos darles la bienvenida a nuestra jornada anual. Este año nuestra Institución   cumple 45 años de vida y aquí estamos para festejarlo, trabajando, intercambiando, en este caso con un tema, que al menos a mí, me genero muchos interrogantes.

Empecemos por el principio. El término diversidad, según el diccionario de la lengua española deriva del latín: diversitas es una noción que hace referencia a la diferencia, la variedad, la abundancia de cosas distintas, la multiplicidad. Se habla así de diversidad cultural, étnica, biológica, sexual, familiar, lingüística.

Decimos que la diversidad, es diferencia, pero, ¿diferente a qué? ¿Hay una norma a seguir? ¿No habría que definir la diversidad como singularidad teniendo en cuenta las diferencias? Si es así, ¿cómo soportar esa diferencia?

Tomemos el tema del racismo. Para Freud el odio y el rechazo racista se unen, quedando conectados al líder, que toma el lugar del padre. Freud habla de dos “masas artificiales»:

la iglesia y el ejército. En ellas una multitud de individuos pone en el mismo objeto (el líder), el lugar del ideal del yo, operador simbólico que sostiene la identificación de los “Yoes”, de los miembros entre sí. Dice Freud en Psicología de las masas y análisis del yo: «cada religión es de amor para sus fieles, en cambio, cruel e intolerable hacia quienes no son sus miembros». Lacan agrega al tema el concepto de goce diciendo que dejar a ese otro con su modo de goce es lo que podría hacerse si no le impusiéramos el nuestro, si no lo considerásemos un subdesarrollado».

El racismo no aprueba la diferencia de goces, sostiene una normatividad, con lo cual el «diferente» es desplazado «en nombre del bien».  Lacan toma en cuenta la distintas formas del objeto rechazado, que van del antisemitismo de antes de la guerra, que conduce al racismo nazi, al racismo con los inmigrantes. El racismo cambia sus objetos a medida que las formas sociales se modifican, pero siempre se sostiene el rechazo a un goce inasimilable,

M.Foucault ha señalado la eficacia de la constitución de un bio-poder, mecanismo de poder, vigilancia, control social. Control que se hace manifiesto, en la construcción de un discurso que intenta «disciplinar», «normalizar» lo indisciplinable del deseo humano. Lo que queda por fuera de ese mecanismo, lo diferente, se rechaza.

La diversidad sexual implica la existencia de variadas identidades de género como: heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad, transexualidad, intersexualidad, etc.

El término diversidad aparece a partir de los movimientos sociales como modo de romper con lo que denominan la heteronormatividad que supone considerar la heterosexualidad como un modelo hegemónico, superior y normal, un modo, al decir de Foucault, de «normalizar, disciplinar la sexualidad”.

 

¿Cómo podemos leer desde el psicoanálisis la » diversidad sexual», significante tomado del campo social? ¿Cuál es nuestra función como psicoanalistas respecto de este concepto?

J. A. Miller en un discurso en el Senado Francés el 12 de marzo de 2013 donde es convocado como psicoanalista para dar su opinión ante la ley «matrimonio para todos» presentada allí, dice:»… no hay relación sexual». Hay que entender: no hay relaciones entre los sexos que estén preestablecidas. Sin excepción, los seres hablantes tienen que inventar su relación sexual. Es esto lo que los distingue de los animales, para quienes la elección sexual está programada, es siempre típica de una especie…Cada niña, cada niño, tiene que inventar su manera de imaginar su sexo y el otro, de acercarse o de huir de él. No hay a nivel de la vida inconsciente complementariedad ni armonía, el hecho de que no hay relación sexual en la especia humana, explica justamente que se la invente, y hay muchas maneras de inventar la relación sexual entre los seres humanos».

Esto implica que no hay correspondencia, en el sentido de que no hay nada que vuelva necesario que un hombre y una mujer entablen relaciones sexuales entre ellos.

La elección del sexo no se apoya en la anatomía de las personas ni en la identificación al tipo ideal de su sexo, sino que es implantada por el Otro y es sometida a la actividad fantaseante- pulsional del sujeto. Los seres hablantes se ordenan según modalidades de goce ya que el universal fálico que las constituye no se corresponde con poseer o carecer de pene. El falo no es el pene, sino un término simbólico, un operador que tramita el goce. La posición sexual del lado hombre o del lado mujer se elige a nivel del goce, en función de cómo se inscriba uno u otro con respecto a la función fálica,

Lacan postula en el seminario «Aún» la «imposibilidad de la escritura de la relación/ proporción sexual». Es decir, plantea la imposibilidad de que pueda haber un saber sobre lo Real de la sexualidad.  No hay correspondencia sexual, no hay nada que vuelva necesario que un hombre y una mujer entablen relaciones sexuales entre ellos. Lo importante no es el género sino la singularidad del goce.

Nos encontramos hoy con una pluralidad de posicionamientos sexuados, identidades de género, orientaciones deseantes y modos de goce que desafían los sistemas   normativizantes de los discursos tradicionales

Estamos frente a un nuevo Real del S XXI. El psicoanálisis tendrá que trabajar con las coordenadas por donde transita la subjetividad actual.

El psicoanálisis no dice lo que se debe hacer: no puede más que comprender la singularidad de lo que está en juego en cada sujeto. Nuestro trabajo entonces en la clínica, tendrá que ver con el caso x caso.

 Como decía al comienzo, estamos frente a un escenario plural y diverso. Nuestra institución es diversidad, somos sujetos con sus singularidades y diferencias.

Los invitamos ahora a transitar juntos este espacio entre el instante de ver y el tiempo de comprender que no es el momento de concluir