Tradición, e invención de la escritura de “La mujer” en A. Gide y M. Duras

El placer del lenguaje, hablado, leído o escrito, es de la misma sustancia que el placer erótico; por eso es que un parámetro que orienta la lectura del texto es el que detecta los goces que en él se realizan.

Irene Friedenthal.

 

Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa.
J. Lacan

 

 

La tradición que reza en la estructura, o que en su silencio permite la invención que relanza el deseo, no alcanza a escribirlo todo. Lo que se escribe, se logra alrededor de un falo presente, en tanto hay un Real que no cesa de no escribirse. Algo de lo que se ha escrito estará en los recuerdos que subsisten del pasado, incompletos y nebulosos, donde Freud ubica la tradición. Según él, es allí donde el artista completa según su imaginación. Pero donde esos agujeros también conforman la misma tradición. Es entonces que la imaginación del artista algo dice, con los significantes que inventa, de lo que en el agujero habita en tanto lo nunca dicho, por olvidado;  por nunca haber sido conciente; por no haber sido nunca palabra.

 

La tradición de Gide, se conforma de la historia paterna, un hombre bondadoso, culto y reconocido por su profunda relación a los libros; y una madre educada en la rigurosidad protestante. Sobre esta última Gide recrea sus fantasías en su novela La puerta Estrecha. Allí inventa el personaje de Alissa, quien, por el dictamen de la religión, escapa de su amor y muere. En sus últimos dias escribe ella en su diario: “Hasta ahora me he contentado de huirle.  (…) Nunca le he querido tanto.  ¡Y si necesitas, Señor, para salvarle de mí, que me pierda, hazlo…!”[1]  “Comprendo que habría que dar a los pobres este corazón del cual dispongo para Jérome (…) Bienaventurados desde ahora, decía tu Santa Palabra, bienaventurados desde ahora aquellos que moran en el Señor”.  ¿Debo esperar hasta la muerte? “[2].

 No estamos ante el discurso de un paciente. ¿Estamos frente al discurso del artista que tal como Freud refiere intenta llenar las lagunas del recuerdo que conforman la tradición?

 

Es Freud quien escribe “Lo que ahora gobierna en el superyó es como un cultivo puro de la pulsión de muerte, que a menudo logra efectivamente empujar al yo a la muerte” [3]. Es también Freud quien nos refiere, “Así, el superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus progenitores, sino según el superyó de ellos; se llena con el mismo contenido, deviene portador de la tradición”[4]. El superyó, cultivo de thanatos, es heredado de los padres, como tradición de lo no dicho. Pensando un superyó que instiga a habitar ese lugar de lo no dicho es que Lacan, imprime el nombre de goce. Es en este sentido que podemos pensar a Alissa la mística, gozando del mandato divino de morir. Habitan en la escritura del personaje los contenidos psíquicos del poeta. ¿Habita en Alissa aun sin escribirse, el contenido del superyó de Gide? ¿Se transmite ello en un texto escrito con palabras? ¿Qué hueco de la tradición llena Alissa?

 

La tradición protestante es lo que Gide abandona cuando publica La puerta estrecha según sus propias palabras dirigidas a su amigo Claudel.  ¿Le permite la escritura, en tanto se nombra “Alissa”, llevar al orden del falo lo que era territorio del superyo, no dicho, no escrito? De lo que no hay duda, es de que con el personaje autobiográfico de Alissa se separa de su biografía, recrea otra biografía.

 

Freud utiliza la palabra invento, para referirse a las jirafas de la fantasía de Juanito. ¿Es Alissa como las jirafas de Juanito, una jirafa arrugada?  La podríamos pensar como un símbolo de la imposibilidad de sostener la existencia de todos los significante? Es en tanto no se escribe algo en función del falo, que Lacan piensa allí lo femenino, y es en tanto se trata de lo que no se escribe que pensábamos goce, con lo cual quedará trazado el goce como femenino.  Aca lo femenino no implica la pantomima, ni la elección de objeto. Es entonces la idea de Lacan, poder pensar lo femenino como lo “no todo fálico”.

 

Marguetie Duras, también nos recrea en sus libros su autobiografía.  El personaje al que llama “La niña” la representa en El amante de la china del norte. Este personaje tenía existencia, aunque sin nombre aún, siete años antes en El Amante.  En ellos describe el ofrecimiento al que se somete para valer en la persona de alguien, de su madre, quien solo tiene ojos para su hijo mayor.  Hijo que funciona como un protopadre, acaparando todas las mujeres, donde una madre es todas las mujeres ¿una toda mujer? Acostarse con un chino por ese dinero que ansía la madre para pagar las deudas de ese hijo es la única posibilidad de ser en relación al falo. Es eso o nada. Una lectura de sus escritos nos permite ubicar los puntos de goce a los que queda sometida por su inexistencia.

 

“Escribir.  No puedo. Nadie puede. Hay que decirlo: no se puede. Y se escribe. Lo desconocido que uno lleva en sí mismo: escribir, eso es lo que se consigue. Eso o nada”[5]Es en este vació que se juega el ser mujer, en un hueco en el que se insiste en escribir: Lo Real; Lo que  no cesa de no escribirse. Lo femenino que insiste en recrear ese agujero de un falo que no está, en tanto se ha elevado la existencia a lo simbólico. La escritura de Duras no vela esto, la necesidad de escribir sobre ese hueco. Es en su libro El arrebato de Lol V. Stein donde leemos «Sería una palabra-ausencia, una palabra-agujero cavado en su centro, ese agujero donde se enterrarían todas las demás palabras. No se habría podido pronunciarlas, pero se habría podido hacerlas resonar (…) está ahí sin embargo: os espera a la vuelta del lenguaje…“[6]  Texto que nos habla del esfuerzo de Duras de escribir lo imposible.

 

M. Duras no es psicótica, está atravesada por la castración y en este sentido existe el falo, pero en su escritura se insiste en negar la castración para encontrar todas las palabras. ¿Esta negación de la castración, la podemos ubicar como una escritura perversa, Así como Lacan ubica como perversión la relación de Gide con su mujer, a quien ama sin dejar de tener relaciones con muchachitos. Diremos de la perversión, ser la posibilidad de hacer lo que los neuróticos fantasean. ¿No dice la escritura de Duras, aquello que no nos animamos a escribir (Invitar a tener sexo a su hermanito y tenerlo)? Se dice también que perverso es el que ubica la angustia en el otro. ¿No logra Duras acaso angustiarnos con su escritura (en el dolor por ejemplo)? En este punto  G. Pommier nos dice que el erotismo siempre tiene una vertiente perversa, donde el hombre erige al cuerpo de la mujer hasta hacerlo  falo. El problema no es aquí del hombre, sino de ella que “… es el instrumento de su propia penetración.  En una relación tan próxima a ella su propio cuerpo es alcanzado. (…) porque ella es el falo, pero en una relación que lo excluye (…) encarna ese falo que la penetra en un movimiento en que su cuerpo se envuelve, se torna sobre sí mismo”[7].  Es en este sentido que podríamos decir que la escritura de Durás también se hace falo, en tanto es ella misma identificado al falo que la saca del lugar de inexsitencia, pero para encontrar que en su relación al falo lo excluye.  Entonces en esa escritura ella queda identificada al agujero. Donde quiere inventar falo lo logra para quedar excluida de él, y lo constituye para nosotros que somos sus partener. ¿Implica esto que toda lectura de un texto posible, se desarrolla desde una posición masculina?

M. Montrelay retoma el concepto de mascarada de Joan Riviere para decir que la mascarada femenina tiene la finalidad de no decir nada. Allí Introduce la pregunta ¿Cómo la mujer inventa esa falta que le permite jugar la castración? Siguiendo a Lacan decimos que del lado Hombre se ha escrito Falo y no requiere mayor escritura, del lado mujer se escribe intentando que el falo alcance ¿Hasta cuándo se intenta escribir más?. Toda escritura tiene un pie en lo femenino, porque trabaja allí donde el falo no ha escrito ese agujero, territorio inexistente.  Se inventa Falo, no así mujer. El hombe inventa Falo ¿la mujer habrá de inventarse a si misma? Gide nos habla de la palabra, Alissa, que inventa para apropiarse de la tradición protestante, en el punto que se separa de ella. Duras, de la palabra que no inventa en tanto no hay palabra que nombre la palabra faltante, no hay metalenguaje.

En Gide, en la misma tradición del padre y sus libros se encuentra el goce superyoico, de la madre que los prohíbe. La edad le permite heredarlos. Solo un invento adquirirlos desde un lugar nuevo, no la lectura, sino la escritura de sus propios libros. Otro invento se produce a partir de la pérdida de las cartas de amor que escribiera a Madeleine. “lo más preciado de sí mismo” que se eleva a categoría de Falo pasando de Madeleine a lo escrito.  Gide intenta con sus primeros textos agujerear a la madre. Luego a la sociedad toda.  Allí se diferencian su diario o biografías, de sus novelas. Es en ésta última instancia que inventa un premio Nobel.

Duras pasó su vida escribiendo, intentando una biografía del “sí mismo”. Marta Labraga de Mirza, hace la referencia a quién no quiso analizarla diciendo “su solución es escribir” y refiere el decir de Lacan que parafraseo: si supiera sería una catástrofe. Pero también nos ofrece una respuesta distinta que cito “También pienso que en los extremos de los silencios, de las reticencias y resistencias del análisis hay muchas veces un invisible y poderoso muro frente a la precariedad. A veces no se trata de respetarlo sino de permitir crearlo”[8], y supongo que entendemos que esa creación se puede realizar en análisis y le faltó como posibilidad a Duras. En este sentido es claro lo que nos maravilla de la escritura de Duras, se trata de  lo que a ella no la deja en paz. Escribe… escribe… otra vez lo mismo escribe… y escribe… intentando un ella misma, que podría haber sido fruto de un trabajo de un análisis que una vez fue a demandar a quien no pudo escuchar, o tuvo miedo de eso: una mujer sin límite

¿Qué es “La” mujer? No es posible que un análisis diga sobre eso, si puede en cambio poner un límite en esa compulsiva necesidad de saber para inventar un quién, o una.  También lo debe inventar el hombre.  La pregunta lacaniana por La mujer que Lacan tacha y la respuesta del soy, no superponen su lugar. Gide no se hace místico. En Duras parece haber faltado esa diferencia relegándola al lugar de un sujeto que insiste en lo imposible. Gide responde con los elementos heredados de su tradición. En Duras tal vez, faltaron esos elementos.

Se me hace imposible terminar este trabajo sin escribir una vez más esa frase que tanto amamos «Lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo» (Freud 1913), donde la adquisición implica el invento que sobre lo heredado conforman la tradición sobre la que se erige el sujeto. Sujeto de deseo dividido allí donde habita el goce.

 

Bibliografía

Gide A.  La Puerta Estrecha.  Editorial Poseidón Buenos Aires.
Duras M.  (1993) Escribir. Ed tusquets.
Duras M.  (1987) El Arrebato de Lol V. Stein. Ed.Tusquets.
Freud S. (1932-36). 31 Conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica. AE V XXII. Ed Amarrortu.
Freud S. (1923). El yo y el Ello.  AE V XIX. Ed Amarrortu.
Lacan J. (1972)  Aun, seminario 20. Ed paidós.
Labraga de Mirza. Transferencia/s en el tiempo. Marguerite Duras: El deseo de escribir y la escritura del deseo. En Biblioteca uruguaya de psicoanálisis VII. Trazas y ficciones; literatura y psicoanálisis. Compiladores: Abel Fernández, N. Delpréstitto – Centro de Intercambio de APU (2007)
Pommier G. La exepción femenina. Alianza editorial.

 

[1] André Gide.  La Puerta Estrecha.  Editorial Poseidón Buenos Aires.  Segunda Edición 1952. Pág. 170.

[2] André Gide.  La Puerta Estrecha.  Editorial Poseidón Buenos Aires.  Segunda Edición 1952. Pág. 180.

[3] Freud S. (1923). El yo y el ello. AE V XIX. Ed Amarrortu. Pág. 54.

[4] Freud S. (1932-36). 31 Conferencia. La descomposición de la personalidad psíquica. AE V XXII. Ed Amarrortu. Pág. 62.

[5] Duras M. Escribir. Ed tusquets. 2006. Paág.54

[6] Duras M. El Arrebato de Lol V. Stein. Ed.Tusquets. 2010. Pág. 40.

[7] Pommier G. La exepción femenina. Alianza editorial. 1993.  Pág 147.

[8] Labraga de Mirza. Transferencia/s en el tiempo. Marguerite Duras: El deseo de escribir y la escritura del deseo. En Biblioteca uruguaya de psicoanálisis VII. Pág. 107.