Madre hay una sola

La frase frecuente ‘madre hay una sola’ era completada con otra: ‘qué sola está una madre’. Cuando las madres están totalmente a cargo de sus hijos, sin salir más que con éstos y sin salir a trabajar fuera de su casa; viven pendientes de ellos, casi sin relacionarse con los adultos, salvo con las mamás del Jardín de Infantes. Incluso a veces hasta cambian su lenguaje adulto, por otro que a veces acompaña la media lengua de su hijo pequeño. Considerar que la madre es la única responsable del bienestar y la felicidad del hijo, genera hijos demandantes y madres que se sienten siempre culpables, sobre todo en las pequeñas familias nucleares.

Cuando hablamos del triángulo edípico, en que hay una madre, un padre y un hijo, nos referimos a una familia nuclear, pequeña, con los roles tradicionales, que en estos momentos ya no es tan habitual. Tal vez eran frecuentes no hace muchos años, cuando el lugar de trabajo estaba alejado del hogar familiar, las mujeres quedaban en casa a cargo de los hijos, y el padre se iba al lugar de trabajo. No describe en cambio los hogares actuales, en que ambos padres trabajan, dentro y fuera de la casa, y en que las mujeres han desarrollado carreras que muchas veces las alejan de su casa y de sus hijos. En las parejas actuales es frecuente que ambos padres cuiden a sus hijos, alternándose en los horarios, dependiendo del tipo de trabajo que cada uno realice. Además hay familias compuestas por padres separados y sus nuevas parejas, y los hijos de ambos. Todo esto genera problemáticas no conocidas previamente, y que aún no son muy estudiadas. Lo mismo las parejas/familias formadas por ambos padres del mismo sexo. En éstas puede verse, en la distribución de roles, que éstos no están necesariamente atados a determinado sexo. Esto nos permite entender mejor, como muchos de los roles parentales que tendemos a relacionar con el sexo biológico, tienen que ver con la cultura que adjudica determinados roles a cada sexo.

Necesitamos incluir la clase social, como variante en este tema. Habitualmente, en Psicología, se habla como si las familias se desarrollaran de igual manera en los distintos estamentos sociales, y muchas de las descripciones de las familias están hablando generalmente de la clase media. En clase alta y a veces en clase media, la crianza de los hijos está muchas veces llevada a cabo por empleadas domésticas y/o niñeras, que se ocupan de los hijos casi todo el día. Me vino a la mente un paciente que recordaba que en su casa de origen, el sector del dormitorio de los padres estaba separado del cuarto de los niños con una puerta que tenía llave del lado de los padres. Cuando ellos querían verlos, abrían esa puerta, pero muchas veces permanecía cerrada, dado que los padres tenían mucha vida social y no querían ser interrumpidos por los niños. En este caso, los que seguían el desarrollo de los niños era el personal especialmente contratado para ello.

Se valoraba la fertilidad de la pareja, dado que no era infrecuente la muerte de los hijos durante la infancia. La madre estaba con el bebé en los comienzos, muchas veces con la ayuda de un ama de leche, y después dejaba que la niñera se haga cargo. Era la legitimidad del heredero lo trascendente, y no los cuidados maternales. Por eso, a veces,  tenía que haber testigos en el momento del nacimiento, para confirmar la legitimidad del heredero. La infertilidad de la madre ponía muchas veces en cuestión la pareja. La mujer tenía un rol como consorte, y su presencia era importante en las actividades sociales. La existencia de un heredero, era imprescindible para que la fortuna familiar siguiera en la familia.

En la clase media coexisten actualmente varios modelos; por un lado están las parejas que siguen el modelo clásico, en que el hombre sale a trabajan, y se espera que sea un buen proveedor, manteniendo una cierta distancia con lo cotidiano de sus hijos, lo que permite que funcione como juez y árbitro del comportamiento de los éstos, y la madre en el hogar, cumpliendo las funciones de madre/ maestra/ enfermera de los hijos, con o sin la ayuda de otras mujeres, con la máxima responsabilidad sobre el buen desarrollo de éstos. Al ser la única culpable/responsable de la crianza de los hijos, se llena de culpa frente al más mínimo problema de éstos.

No se habla, en general, del vínculo con las personas que cuidan a los niños, es algo negado que pocas veces se menciona; como parte del encubrir que no siempre está la madre con el niño. Tampoco se habla (ni se escribe) de los sentimientos ambivalentes de la madre hacia la cuidadora, de la que no puede prescindir. Es importante que sea buena con el bebé, pero por eso mismo, es celada por la madre y tratada con ambivalencia, y esa necesidad genera bronca, celos, dependencia.

La fijeza de los roles empobrece. La madre es clásicamente responsable de todo lo que ocurre con los niños y se hace responsable al padre de la adecuada manutención de la familia. Aunque esto ya no funciona así, aún en lo íntimo se sigue viviendo de esa manera, la mujer se siente culpable si no da todo por sus hijos, y el hombre se siente muy desvalorizado si no es un adecuado proveedor de su familia. Cuando esto es al revés y la madre tiene una carrera exitosa y el padre cuida a los hijos, no se le hace fácil para la pareja lidiar con esto.

Los avances de la ciencia y la tecnología nos permiten apartarnos de los límites de la biología, por ejemplo permitiendo que puedan ser padres parejas en que ninguno tiene útero. Poder trabajar en forma domiciliaria a través de las PC, llevando la oficina a casa, permite a muchos hombres estar más en contacto con lo diario de sus hijos, aunque a veces les cuesta mostrarlo públicamente. Recuerdo a un paciente que estaba momentáneamente sin trabajo, y cuando iba a buscar a sus hijos al colegio, se cambiaba de ropa, se ponía un pantalón y una camisa, como si viniera de la oficina, y no con el pantalón corto que usaba en su casa y que era más cómodo porque hacía calor.

Cada vez hay más parejas que comparten lo cotidiano de la familia, y, como no tienen ayuda en esta tarea, deben compartirla con su pareja y turnarse en el cuidado de éstos. Esto tiene como resultado un padre más cercano con sus hijos, los conoce más, tal vez no tiene tanta autoridad, no despierta miedo, muchas veces es la madre ‘la que tiene que poner orden’, son padres menos idealizados pero más reales y afectuosos. Este ‘turnarse’ en el cuidado de los hijos, a veces perjudica la intimidad de la pareja, son socios en una tarea que se realiza por turnos.

En la clase baja la situación es mucho más compleja para las mujeres-madres. Parten de una mala educación sexual, que no le facilita planear los embarazos. El hijo viene sin buscarlo, ni pensarlo, en una relación sexual muchas veces inesperada y a veces a consecuencia de abusos. Muchas veces comienzan a tener vida sexual antes de tener información sexual. Y es muy frecuente que críen a sus hijos solas, o con distintas parejas, o los envíen con su madre a las provincias.

Las nuevas técnicas de fertilización, permiten ver cómo ‘traer un hijo al mundo’ está compuesto de una serie de pasos que no son provistos por las mismas personas: el espermatozoide, el óvulo, el útero que aloja, la madre que amamanta, los padres que cuidan, etc. Analizar esto permite enfrentar la creencia frecuente, que la madre ‘porque los tuvo en su panza’, es la única responsable de todo lo que suceda en la vida de sus hijos, y está obligada a serlo, a veces hasta edades avanzadas de éstos. Y ese poder sobre los hijos, también las hace llenarse de culpa.

He trabajado en terapia con pacientes mujeres, el tema de la posesión del hijo. Con cierta frecuencia escucho que una paciente dice: ”Mi Hijo”, a pesar de vivir en pareja con el padre del niño, ni qué decir cuando se separan. Me suele llamar la atención la fuerza, el énfasis con el que lo pronuncian. Suelo preguntarles: ¿Mi hijo o nuestro hijo?, refiriéndome al padre. Por un lado es comprensible en una mujer que lo ha sentido por 9 meses en ‘su’ cuerpo, vivirlo como propio y en exclusiva. A veces se convierte en un largo proceso terapéutico poder aceptar que el hijo no es de su propiedad y comenzar a entregarlo, primero al padre, luego a los hermanos, los amigos, los compañeros de colegio y en el futuro a su pareja. El hijo como propiedad privada, empobrece a todos. A veces los chicos que sólo son cuidados por su madre (o los dos padres) crecen con la vivencia de que sólo se puede confiar en los padres; que los demás, hasta que no se demuestre lo contrario, son extraños o casi enemigos, en una división entre buenos y malos. El poder tener confianza en los otros, amplía el mundo al que nos enfrentamos.

No se habla en general del vínculo de la madre con las personas (en general mujeres) que cuidan al niño, es algo negado públicamente (sí hablado entre amigas mujeres). ‘De eso no se habla’, como parte del encubrir que no siempre está la madre con el niño. Tampoco se habla de los sentimientos ambivalentes de la madre hacia la cuidadora, de la que necesita que sea buena con el bebé y a la que, por eso mismo, cela, tiene bronca, y a veces depende extremadamente.

Clásicamente, la madre es responsable de todo lo que les sucede a los hijos. Y el padre es el responsable de la manutención de toda la familia, debe ser ‘un buen proveedor’. Aunque esto hoy en día, sucede de otro modo; pero  sigue actuando a nivel inconsciente, superyoico; llenando al que no lo cumple, de culpa y sentimiento de fracaso.

Recurriendo a algunos autores, vemos que Silvia Tubert en su libro “Mujeres sin sombra” dice: ‘Es una falacia pensar que un sistema de parentesco se sustenta en el hecho biológico de la generación. Briffault refiere que el sacerdote Lejeune preguntó a un iroqués cómo podía querer tanto a niños de cuya paternidad no podía estar seguro. El nativo, mirándolo desdeñosamente, le respondió: “Ustedes los franceses quieren solamente a sus propios hijos; nosotros queremos a todos los niños de la tribu” (Pág.50).

Lévy-Strauss asigna a los sistemas de parentesco un estatuto de sistemas simbólicos, que operan de manera inconsciente en los sujetos que obedecen a sus leyes. Lévi-Strauss rechaza la tesis expuesta por Radcliffe-Brown, entre otros investigadores, de que la familia biológica es el punto a partir del cual toda la sociedad elabora sus sistemas de parentesco. Si bien es cierto que los nexos biológicos están presentes en la estructura social, lo que confiere al parentesco su carácter de hecho humano no es lo que conserva de la naturaleza sino el movimiento esencial por el cual se separa de ella. Un sistema de parentesco no consiste en los lazos objetivos de filiación o de consanguinidad dados entre los individuos; existe solamente como producto humano; es un sistema arbitrario de representaciones y no el desarrollo espontáneo de una situación de hecho.’… ‘el lenguaje es, precisamente, lo que establece la discontinuidad entre lo natural y lo cultural, entre lo orgánico y lo subjetivo’.

También F. Héritier (“Del engendramiento a la Filiación” Rev. Psicoanalítica con Niños y Adolescentes – Bs.As.-1992- Pág.22; en Alkolombre)…plantea que no hay sociedad en donde se considere el nacimiento solamente como algo biológico, ya que lo que subyacen son los sistemas de representaciones subsumidas en las reglas de parentesco, de alianza y filiación.. Estas representaciones ‘consensuadas’ aseguran y afianzan el lazo social y su existencia, y le aseguran al niño por nacer un lugar de identificación, una matriz de referencias identificatorias.

  1. Freud (1914-AE vol XIV-pag.76, nombrado en Alkolombre) dice que ‘el individuo lleva realmente una existencia doble, en cuanto es un fin en sí mismo y eslabón dentro de una cadena de la cual es tributario contra su voluntad o, al menos, sin que medie ésta’.

Si entre todos lo criamos, todos nos hacemos cargo, y en todo caso es una culpa compartida. Este poder ‘soltar’, permite aliviar los terribles sentimientos de culpa, frecuentes en la madre, cuando es ‘totalmente responsable’ de su hijo. A veces los padres-hombres que se desentienden, tienen del otro lado madres posesivas que no los entregan. Sin embargo es comprensible ese sentimiento en muchas madres, que, al haber apostado su vida entera a ser madres, no han desarrollado otros aspectos de su personalidad.  Si el ser esposa y madre, es estar guardada dentro de su casa, entonces se vive el crecimiento de los hijos como abandono. Muchas veces se quedan sin función en la vida, el tan mentado ‘nido vacío’. A veces recién se recuperan con los nietos.

La ‘posesión’ del hijo genera esclavitud en ambos términos de la diada, y no ayuda al crecimiento armónico de ambos. Las nuevas parejas, que comparten la crianza, generan padres/hombres mucho más implicados en el crecimiento de su hijo, y madres que pueden desarrollar su trabajo o profesión de manera más amplia. Si no hablamos de instinto sino de distintas funciones, podemos entender mejor la distribución de roles en las parejas del mismo sexo.

Finalizando…recuerdo una película de ficción, de hace aproximadamente 10/15 años, en que mostraban como forma habitual de tener hijos, el embarazo extra-corpóreo. Llevaban el embrión a una institución en que, con úteros artificiales, el bebé pasaba los 9 meses en estos lugares. Los padres lo iban a visitar con frecuencia, le hablaban y, cuando estaba listo, los padres lo llevaban a su casa. Esto hacía que, durante el tiempo de gestación, la madre seguía con sus actividades, sin transformaciones corporales; y ambos padres iban conociendo a su hijo de a poco y ambos al mismo tiempo (o según los deseos de cada uno). No digo que esto sea deseable, pero puede ser posible si la ciencia sigue avanzando. Las posibilidades son múltiples…queda abierto.