Yo vivo muerto desde hace mucho

El término obsesión proviene del latín obsessio que significa asedio. A su vez, la palabra asedio significa cerco, sitio. El verbo asediar se refiere a presionar con insistencia, cercar o rodear determinado lugar. Los deseos, tentaciones, impulsos, reflexiones, dudas, mandamientos y prohibiciones que constituyen lo que Freud en 1909 llamó el “pensar obsesivo” (1) proceden a “asaltar” la psiquis del enfermo obsesivo.

Antes de Freud, encontramos la obsesión en la historia de la psiquiatría y aún antes de ésta en textos literarios y teológicos. Es decir, la palabra obsesión aparece mucho antes de Freud, pero recién a partir de la obra freudiana y del descubrimiento del inconsciente, podemos decir que toma un estatuto distinto y al cual me referiré en este trabajo.

En 1894 Freud conceptualiza en su texto “Las neuropsicosis de defensa” a las fobias, histerias de defensa (o adquiridas) y a las representaciones obsesivas. En dicho artículo plantea que la génesis del síntoma neurótico se produce por una vivencia o representación que despierta un afecto penoso. Las denomina representaciones inconciliables. Al no poder olvidar estas representaciones, se produce un divorcio entre la representación inconciliable y el afecto adherido a ella. De este modo, se intenta transformar una representación intensa en una débil. El empleo que se haga del monto de excitación dará lugar a las diferentes patologías. En el caso de la histeria, se transfiere a lo corporal mediante el mecanismo de la conversión histérica. En el caso de la neurosis obsesiva, el afecto, se adhiere a otras representaciones no inconciliables, y así se produce el “enlace falso”. En todos los casos, la vida sexual es el origen de estas representaciones penosas. En el artículo “Obsesiones y fobias”, puntualiza que los estados emotivos (el afecto) permanecen inalterados, se disocian de la idea original y se adhieren a otra idea, esto explicaría lo absurdo de las obsesiones. En este texto menciona que en el caso de las fobias el estado emotivo está caracterizado por la ansiedad, y en las obsesiones, además de la ansiedad, aparece la duda, el remordimiento y la cólera. Creo que aquí define con agudeza y precisión la situación psíquica (o el estado mental) de un obsesivo. En 1909, en su famoso historial sobre el “Hombre de las ratas” amplía esta descripción agregando al cuadro clínico la superstición, la omnipotencia de sentimientos y pensamientos, su pensamiento delirante y la particular relación con la muerte de los obsesivos.

Karina, 38 años, viene a la consulta por una preocupación constante y torturante que consiste en que no tiene una pareja y está sola. Dice que “el indicado” no aparece. El indicado era una palabra que se repetía bastante y sería conveniente preguntarle si hay un hombre indicado para ella y quien se lo indicó. Se ve fea, dice que está excedida de peso, y que así no va a gustarle a nadie. Relata que tiene obsesiones desde chica, desde los 15 años, edad en que le aparecieron ideas de hacerse daño a si misma, específicamente, de matarse. Aquí vemos como se hace presente la idea de la muerte. Como dice Freud en 1909, en el historial del hombre de las ratas refiriéndose a los obsesivos: “En cada conflicto vital acechan la muerte de una persona significativa para ellos, las más de las veces una persona amada, sea uno de los progenitores, sea un rival o uno de los objetos de amor entre los que oscila su inclinación” (2) hermanos. El enojo ocupa un lugar central en el cuadro clínico, y se manifiesta en distintas situaciones y es un enojo desproporcionado que produce rupturas y distanciamientos en sus vínculos de amistad, y familiares.

En el “Hombre de las ratas” así como en “La predisposición a la neurosis obsesiva” y las “Lecciones introductorias de psicoanálisis”, Freud plantea que en el obsesivo se produce una fijación y regresión a la etapa sádico-anal. En 1920, con la hipótesis de la pulsión de muerte (1920), la introducción de la segunda tópica (1923) y el concepto de superyó, Freud reformula también las particularidades de la neurosis obsesiva. Lo que aparece entonces como rasgo característico es un superyó cruel, torturador, caldo de cultivo de la pulsión de muerte, y que se exterioriza en la necesidad de castigo en el neurótico obsesivo. El superyó hipersevero es producto de la desmezcla pulsional que se produce a raíz de la regresión libidinal a la etapa anal. (El yo y el ello).

Lacan ubica la demanda del Otro en el estadio anal, en el cual lo que está en juego es la satisfacción de otro, la satisfacción que le produce al cuidador la limpieza de los excrementos, y la demanda de retenerlos. En la fase anal se trata de la entrada en juego para el deseo de la demanda del Otro. Se le demanda que retenga, o que expulse en un determinado momento. En 1917, en “Sobre las trasposición de la pulsión, en particular del erotismo anal” Freud dirá que hay una identidad inconsciente entre caca (heces, regalo), hijo y pene. La noción de regalo es el primer significado que se da al excremento. Este se entrega al otro porque el otro lo demanda en un actitud obediente (expulsión) o se rehusa al otro afirmando el narcisismo (retención) y con características de porfía y terquedad. Es esta dialéctica que lleva a Lacan a nombrar el fantasma obsesivo de la oblatividad que consiste en dar al Otro lo que el Otro le demanda, esta sumisión a la demanda del Otro, que lleva a complacerlo. Y de este modo, el obsesivo, al reducir el deseo a la demanda, termina destruyendo el deseo. Una paciente, Sandra, de 39 años recuerda que cuando trabajaba en un local a sus 35 años, y tenía que cobrar a los clientes, su miedo era darles menos vuelto del que correspondía. “Dar al otro de menos”, lo que está en juego es el don y la satisfacción de la demanda. En el estadio anal, lo que se le pide al sujeto es un don.

Lo que intenta el obsesivo es sostener al Otro completo y consistente, para lo cual recurre a “salvar” al otro mediante ceremoniales y precauciones. Lo tiene que salvar porque lo que está en juego es el sadismo del obsesivo que intenta por todos los medios mantener a raya, junto con el temor a una represalia del Otro por su propia destructividad. Otro paciente, Alejandro, relata que está   endeudado, ya que tenía grandes dificultades para cobrar por su trabajo. Aparece la vergüenza, en la que está en juego la mirada del otro, en este caso, particularmente condenatoria. El tinte religioso se presenta a través del significante pecado: “Si cobrás plata es pecado, es pecado pedir, está mal”. Lo que se pone en juego es la culpa en este caso, en términos religiosos a través del pecado. La culpa, tan característica del obsesivo. En el Hombre de las ratas, Freud lo atribuye al deseo inconsciente de muerte del padre. Cuenta que siempre está en deuda con algo. ¿De qué deuda se tratará? Lo que sí parece, es que el que está en deuda, debe pagar por esa deuda, y no podría estar en condiciones de cobrar.

En relación a la culpa, hay una famosa frase de Lacan del seminario VII, Propongo que la única cosa de la que se puede ser culpable, al menos en la perspectiva analítica, es de haber cedido en su deseo. En el caso del hombre de las ratas, la culpa se presenta por haber rechazado su deseo de casarse con la mujer amada y cumplir con lo que su padre esperaba de él. Su enfermedad, le permite sustraerse a la tarea de solucionar el conflicto en la realidad objetiva, tal como lo indica Freud. Ya que Ernst Lanzer, no acepto la idea de sus padres de casarse con la mujer rica, pero tampoco se decidia a casarse con Gisela Adler, la prima de la cual se había enamorado.

Me interesaría destacar el anudamiento entre deuda y culpa. En alemán, la palabra schuld significa culpa y deuda. Nietzsche plantea que en el origen de la culpa está la deuda. Y habla sobre deuda impaga en la Genealogia de la moral, donde dice que el concepto moral de tener culpa proviene del concepto material de tener deuda.

Alejandro parecería estar en una posición de pura pérdida, donde el Otro (padre) se queda con todo, y el teme dejar de colmar a ese Otro paterno y a esos otros clientes cobrándoles por su trabajo. “Yo siempre pierdo en la vida¨. Ese lugar caído contrasta con el lugar idealizado que otorga al padre y a un conocido suyo que tiene éxito en lo laboral y es padre de familia. Una división muy tajante entre lo idealizado y lo degradado.

Los escrúpulos de la conciencia moral, teorizados por Freud como una formación reactiva, se presentan, cuando Julio piensa que su trabajo no es perfecto, o tiene fallas y que por este motivo no puede cobrar a sus clientes. Estas formaciones reactivas en la neurosis obsesiva constituyen rasgos de carácter tal como Freud lo señala en Inhibición síntoma y angustia.

Lo real de la clínica es lo que me llevó a escribir este trabajo. La clínica nos interpela, y nos lleva a interrogarnos sobre nuestro quehacer. Los sujetos obsesivos vienen a la consulta con un alto grado de inhibición, síntomas, angustias y miedos que alojamos. Recibimos a un sujeto encerrado en una jaula narcisista donde predominan el control y la duda. La apuesta analítica, tiene que ver con un movimiento, en transferencia, donde el deseo del cual el obsesivo se defiende constantemente, pueda comenzar a circular a través de la palabra.


Bibliografía
(1) Pag. 173. Freud, Sigmund. A propósito de un caso de neurosis obsesiva, 1909. Amorrortu Editores. Tomo X. Buenos Aires.
(2) Pag. 184. Freud, Sigmund. A propósito de un caso de neurosis obsesiva, 1909. Amorrortu Editores. Tomo X. Buenos Aires.