En esta oportunidad el tema a dialogar es Eros y Thánatos. Encontramos sus manifestaciones en los más antiguos relatos literarios de la mitología, transformándose, cultura mediante, y apareciendo luego, en otros textos que continúan su desarrollo. Estableciéndose una enigmática relación entre ambos conceptos, que se deslizan interrelacionados en la vida humana y se fusionan en un proceso que acontece más dialéctico que binarista.
¿De qué modo relacionamos Eros y Thánatos? ¿De qué fuente nacen y cómo viven en nosotros estos impulsos? ¿Cómo se entretejen movilizando la creación y la destrucción? ¿Qué se expresa de ambos en el palpitante hábitat del mito, el psicoanálisis y la poesía?
Lo relacional del mito, el psicoanálisis y la poesía, implica revisar sus complejidades. Los invitamos entonces a ir transitando el encuentro, en este intercambio junto al devenir poético, en donde el camino va sucediendo entre lo contingente que cesa de no escribirse y lo imposible que no cesa de no escribirse.
El mito:
Hablemos del mito desde donde surgen Eros y Thánatos. Eros en la mitología griega es un dios considerado primordial generador de la atracción sexual, el amor y relacionado a la fertilidad. No solo encarna la fuerza del amor erótico sino también del impulso creativo de la siempre floreciente naturaleza, responsable de la creación y del orden en el cosmos. Hay varios mitos que hablan del origen de Eros, el más antiguo de los escritos griegos es el de la “Teogonía de Hesíodo” (Siglo VII a. de C) mito de creación griega, donde Eros aparece como uno de los dioses primigenios. Dice en la Teogonía que en el principio estaba el Kháos primordial (Χάος, espacio que se abre o hendidura) desde donde surgió Gea (Gaîa, la tierra), Tártaro el inframundo (Τάρτᾰρος) y Eros (ἔρως). También su surgimiento está plasmado en el relato de la obra de Aristófanes (Siglo IV a.de C.) llamada “Las aves” donde Eros surge de la Noche (Nix) quien lo habría concebido con la Oscuridad (Érebo) Luego con el paso del tiempo se dirá que Eros es hijo del dios Ares y la diosa Afrodita y en el banquete de Platón (Siglo IV a. de C.) que fué concebido por del dios Poros y la diosa Penia durante una fiesta que celebraba Afrodita.
Respecto del arte, se suele representar a Eros como un infante alado (Percepción más relacionada con el deseo amoroso, el cupido romano) en tanto que para los griegos era un hombre joven con un arco que llevaba dos clases de flechas, unas doradas con plumas de paloma que provocaban unas atracción instantánea y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia.
Por su parte Thánatos en la mitología griega, era considerado el dios de la muerte a quien Hades le había encomendado esa tarea. Hipnos, hermano gemelo de Thánatos, era considerado dios del sueño quien se decía que vivía junto con Thánatos en una cueva oscura bajo una isla griega, a través de la cual fluía Leteo, el río del olvido. Thánatos y su hermano gemelo Hipnos, discutían a qué mortal se llevarían, pero Hipnos trataba de anular la sentencia de su hermano utilizando temporalmente el sueño.
Thánatos aparece representado en el arte como un joven alado con una tea (antorcha) encendida en la mano la cual se apagaría al momento de terminar la vida de un mortal y a veces lo representan llevando consigo una espada.
Esta diversidad de relatos nos va haciendo ingresar a su complejidad desde los orígenes literarios respecto al surgimiento de Eros y Thánatos y de cómo se abordan estos conceptos desde nociones más prístinas. Presentando a Eros como el ejemplo de un tema que puede ser visto de maneras muy diversas y abriendo multiplicidad de sentidos. Entre mitos se encuentra también la exposición de los campos simbólicos desde la cultura griega clásica, en las obras literarias se entrelazan los dioses en relación con los valores de la sophrosyne (mesura) y la hybris (desmesura).
Si bien Eros generalmente se simplifica inexactamente en que era el dios del amor, en la mitología griega Eros no tiene un significado tan unívoco, lo que tenemos son mitos que dan cuenta en todo caso, sea desde Freud acerca de las pulsiones o del estrictamente mitológico, a dimensiones que designan algo mucho más amplio que el restrictivo concepto que a veces se le suele dar.
La palabra amor desde la antigua Grecia abarca una diversidad de expresiones y modos relacionados, que se podrían reseñar en cuatro manifestaciones. Eros como el impulso, el erotismo, la atracción sexual, Storgé como el amor fraternal, la relación empática y de protección, Philia como expresión amorosa de la cooperación y hacia la otredad y Ágape relacionado con un profundo amor, de donación, reflexivo, relacionado con la pureza hasta la devoción del amor espiritual y religioso. El Amor trasciende también el ser visto sólo como un sentimiento, considerándose incluso como la manifestación de un estado del ser, la mente o el alma.
En toda esta historia de Eros y Thánatos si bien no es tema directo de este encuentro habría que agregar a Psique, referencia escrita que surge en la novela de Apuleyo (Siglo II d. de C.) “El asno de oro” presentando una interesante relación entre Eros y Psique. En este texto Eros mismo fue afectado por sus propias flechas, enamorándose de la mortal Psique. Eros y Psique según el mito permanecieron por siempre unidos y fruto de su unión tuvieron una hija llamada Hedoné, placer sensual (en la mitología griega) o Voluptas, deleite (en la mitología romana).
Freud y Lacan, acerca de las pulsiones
Eros construye, crea y une, Thánatos destruye, deshace y separa. Freud propone considerar el eros como la tendencia de la materia viva a seguir viva, a lo animado, a la integridad con su trabajo de ligazón, propicia la persistencia, la diversidad, la creación, el reconocimiento del otro, llamándose así pulsión de vida que posibilita también el encuentro y a su vez generador de vida. En tanto Thánatos la tendencia de la materia viva a retornar a lo inanimado anhela conseguir de nuevo la inercia total y absoluta de lo inorgánico.
En la vida humana hay diversos momentos, en algunos es Eros la pulsión de vida quien se hace más fuerte, pero también hay etapas en las que Thánatos la pulsión de muerte se fortalece. Podríamos resumir temporalmente lo expuesto, al mostrar la dialéctica de Eros y de Thánatos en cuanto a su despliegue existencial y a la necesidad recíproca de ambas pulsiones en la constitución del psiquismo como expresiones de fuerzas inconscientes y constantes, que se tejen y destejen, manifestándose en fenómenos y entramados que nos permiten deducir su presencia. Se trata de no subestimar el recorrido de ninguna de las dos pulsiones, al respecto Freud en el intercambio de cartas que realizó con Eistein, le escribió en 1932 “Si usted quiere dar conmigo otro paso le diré que las acciones humanas permiten entrever aún una complicación de otra índole. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí está compuesta de Eros y destrucción”.
Resulta oportuno el menester de aclarar que el concepto de pulsión es diferente al de instinto, ya que al parecer este malentendido suele originarse en las traducciones al utilizar ambos términos «instinkt» y «trieb». Cuando Freud habla de «instinkt» (instinto) refiere al comportamiento de apetitos innatos, anterior a todo saber y sometido a una regulación natural, postulado para dar cuenta de lo orientado a la satisfacción de necesidades. Cuando usa el término «trieb» que se traduce como pulsión o impulso, lo hace para referirse a la fuerza que empuja hacia destinos de satisfacción pulsional no prefijados y variables. Tal como Freud la describe, la pulsión se revela más allá del aspecto orgánico como un montaje artificial que obedece a otro tipo de leyes. En tanto que el deseo reitera su tentativa siempre insatisfecha la pulsión instaura una repetición sin fin.
Respecto a la pulsión Lacan expresa que también este concepto en el discurso analítico es construido para dar cuenta, diferenciar e interrogar, la cuestión de la satisfacción, dado que los síntomas neuróticos se manifiestan en el recorrido “a nivel de la pulsión” y que a la vez expresa la satisfacción paradójica que el sujeto tiene de su síntoma. Lacan expresa que “Satisfacen a algo que sin duda va en contra de lo que podría satisfacerlos, lo satisfacen en el sentido de que cumplen con lo que ese algo exige. No se contentan con su estado, pero aun así, en este estado de tan poco contento, se contentan. El asunto está justamente en saber qué es ese que se que queda allí contentado, aquello que satisfacen por la vía del displacer, es al fin y al cabo, la ley del placer”.
Aquí aparece en escena el concepto relacionado que desarrolla Lacan del “goce”, pero vale la aclaración que teniendo presente que si bien la meta de la pulsión es la satisfacción, es sólo uno de los componentes de la pulsión, dado que siempre hay una diferencia entre lo hallado y lo buscado, en esa diferencia es que está articulado el goce, allí en donde el decir resuena, donde la pulsión se articula al sujeto como falta. Nos dice Lacan respecto a la pulsión y lo histórico que conlleva su relación a la función del significante “La pulsión propiamente dicha es algo muy complejo…ella no es reductible a la complejidad de la tendencia entendida en su sentido más amplio, en el sentido de la energética. Entraña una dimensión histórica, cuyo verdadero alcance tenemos que percibir“
El quehacer poético
Las pulsiones y esta conjunción entre Eros y Thánatos con sus misterios es un tema que se sitúa en el poema, donde se comunica la empatía por la condición humana del ser, en continua tensión entre Eros y Thánatos, abordada desde la creatividad poética que se desliza en un movimiento de interconexión entre la palabra y lo inconmensurable del sentimiento amoroso, convocando la senda del amante a la constante de conectar lo deseado que trasciende al deseante y que conlleva la movilización del camino que Rilke expresa en el devenir de “lo amado, visible y tangible, en la oscilación y la agitación invisibles”.
El acto poético como creador de sentidos, hace invención de pensamiento y crea modo de vida, abre el lenguaje a la historicidad y piensa más allá de lo que ya se sabe, transforma, hace sujeto allí donde no somos sino que vamos siendo. Esto se relaciona con el sublimar ese imposible del deseo, allí donde lo real se bordea. La poesía entonces trata de decir con palabras lo que las palabras no pueden decir, la ética parte de lo imposible, como un destino que se desconoce y aún así se sale al paso hacia un lugar que nunca puede alcanzarse.
Se trata de la sublimación que se transita en la poética, sublimación que viene del latín “sublimis” que hace mención a estar suspendido en el aire o que como bien dice el poeta Juarroz que tal vez “No se trata de callar, no se trata hablar, sino de abrir algo entre la palabra y el silencio”. Desde Laplanche y Pontalis refieren a la sublimación como “El proceso que da cuenta de actividades humanas…la pulsión es definida como sublimada en la medida en que es desviada a nuevos objetivos no sexuales y apunta a propósitos socialmente valorizados”. Nos dice Freud respecto a la sublimación que es también un camino que recorre la satisfacción de la pulsión regulada en el principio de placer a pesar de que está inhibida en cuanto a su meta ya que no la alcanza.
De esta manera, conjurando la pulsión de muerte con la de vida mediante la creación, deviene el camino hacia donde se realiza lo poético. Lacan nos acercaba al quehacer del acto poético exponiendo que “La poesía también, eso hace algo…quizás preguntárselo (eso hace y a quién) sería una forma de introducción a lo que hay de acto en la poesía” transformando lo “Impoético, que es el fondo sobre el cual se produce lo poético” para luego adentrarnos en la interpretación acerca del sujeto diciendo “No soy un poeta, sino un poema que se escribe todos los días. Y que se escribe pese a que tiene aires de ser sujeto”. Freud sobre las pulsiones expresa «Y ahora, a esperar que la otra de ambas potencias, el eterno Eros, haga un esfuerzo para afirmarse en la lucha con su no menos inmortal adversario».
Se trata entonces de dialogar, transitar en el devenir del espacio donde en las palabras se escucha el nacer del bien decir y se vislumbra el resplandor que contempla lo humano, el amor, la belleza y la poesía. Y precipitándonos hacia el comienzo del final del tema entre Eros y Thánatos, lo hacemos en compañía de las palabras que enuncia Chagall acerca del arte, que nos convoca a “El esfuerzo incesante por competir con la belleza de las flores… sin triunfar jamás.»
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