Dossier

Las adicciones y la erótica de la época

Por Norma Fernández
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Sé que tengo que aminorar la marcha
El helicóptero me va a matar
Siento pasar muy cerquita la parca
Pero no sé cómo parar
Siento que su juego me va ganando                                                                                                                                     Muchos amigos ya no están más
La pasta base los fue llevando”

Letra de Paco (El Helicóptero me va a matar)
El “Pepo” y la super banda gedienta.

 

Freud plantea en El malestar en la cultura que la aspiración del hombre a la felicidad tiene un fin positivo- lograr intensas sensaciones placenteras-, y un fin negativo que apunta a evitar el dolor. Concluye  que   debemos contentarnos con alcanzar la última finalidad, pues el  sufrimiento nos da batalla desde  múltiples fuentes: el propio cuerpo, el mundo exterior y las relaciones con los otros  humanos, ésta última tal vez la más dolorosa. Entre los métodos destinados a evitar el sufrimiento, el químico se impone como el más crudo y efectivo.

Cada época encuentra sus formas de paliar el sufrimiento,   configurando modos diferentes de arreglárselas con el deseo, el goce y el amor. Freud afirma que la cultura exige la renuncia a la satisfacción pulsional. A noventa años de la publicación de El Malestar… estamos en una cultura que impone disfrutar a cualquier precio y donde  el disfrute está íntimamente ligado al consumo. El paradigma de la hipermodernidad es que el consumo obturará el malestar.

Si bien las drogas acompañan al hombre desde los comienzos de la humanidad, la toxicomanía como fenómeno de masas se instala en las últimas décadas. Las cifras del consumo de sustancias se incrementan paralelamente a  la exclusión de ciertos sectores del campo del trabajo. La venta de drogas, uno de los negocios más lucrativos, es medio de supervivencia de familias y comunidades  enteras. El mercado impone la renovación permanente de los productos para generar nuevos y mayores consumidores. Las drogas de diseño,  marcan un antes y un después en la historia de la producción y del consumo. Por otra parte, el paco – altamente nocivo y cuyo consumo ha crecido notablemente – es un ejemplo de los productos que se abaratan, y de  cómo  el mercado  “llega a  todos”.

El creador del psicoanálisis señaló la variabilidad de los objetos[1] adictivos, al ubicar la relación de la adicción con la hipnosis y el enamoramiento, y al trabajar la adicción al juego. En la época de los gadgets, se suman las cyber- adicciones.

Dos ideas centrales en relación a las adicciones atraviesan la obra de Freud:   cancelación tóxica del dolor y satisfacción pulsional. En cuanto a la primera, podemos trazar una línea que va desde Sobre la cocaína, donde se refiere al uso de la cocaína como analgésico, hasta El malestar… donde trabaja la acción de los quitapenas sobre el dolor de existir[2]. La idea de satisfacción pulsional- la encontramos ya en la carta a Fliess del  22-12-97: la masturbación es el primero y único de los grandes hábitos, y las adicciones de la vida adulta son sustitutas  y reemplazantes de aquella[3]. Treinta años después, en  Dostoievski y el parricidio,    señala  que la pasión del juego es  una satisfacción sustitutiva de la masturbación. En diferentes escritos Freud  rubrica la etiología sexual; tempranamente suscribe la idea de  que no todos los consumidores  desarrollan una adicción : “estos narcóticos se hallan destinados a compensar –directa o indirectamente-la falta de goces sexuales, y en aquellos casos en los que ya no es posible restablecer una vida sexual normal puede esperarse con seguridad una recaída” (1898:324). La misma sexualidad humana puede comportarse como un tóxico (Freud, 1908) y entre las particularidades de la vida erótica, la relación del alcohólico con la botella se presenta como “modelo del matrimonio feliz” (1912).

Encontramos desarrollos psicoanalíticos posteriores que destacan la vertiente de la satisfacción pulsional de las adicciones, y otros que acentúan la función defensiva. ¿Búsqueda de goce o  defensa contra el goce? Sylvie Le Poulichet articula ambas ideas, ubicando  lo paradojal de una operación que recurre  a un objeto del campo del Otro -que proporciona  goce-, para  interponerlo como barrera al goce proveniente del Otro. Se trata de un dispositivo de auto conservación paradójica que opera una cancelación tóxica frente al dolor[4]. La autora distingue entre toxicomanías con función de suplemento y toxicomanías con función de suplencia. En las primeras se busca suplementar una función yoica narcisística, en tanto en las segundas se trata de suplir la claudicación de lo simbólico[5].La posibilidad de pasaje de la función de suplemento a la de suplencia y viceversa, nos permite hacer una lectura de casos donde por ejemplo se recurre al alcohol buscando desinhibirse y se termina usando esa u otras sustancias para apuntalarse ante una caída de lo simbólico.

Lacan (1975) acuña la tesis de que la droga permite romper el casamiento del cuerpo con el hace pipí .Dadas ciertas condiciones de la subjetividad, la droga permitiría romper con la castración y el goce fálico.

Melman, acuña el término sexolíticos para referirse a ciertos tóxicos que provocan sensaciones equivalentes a las de la cópula sexual. Marca semejanzas entre el  orgasmo y el flash químico: el tóxico remeda y suple la función del falo provocando excitación física y psíquica equivalente a su entrada en juego, petit mort y sedación tras  la  detumescencia. Los sexolizados buscan mayor excitación y un orgasmo mejor logrado o reproducible a voluntad, intentando ir más allá de los límites que impone el falo (López, 2004).

La clínica nos permite constatar que muchos consumos que serán problemáticos, comienzan en la adolescencia cumpliendo una función de suplemento: se usan las drogas para vencer inhibiciones y poder acercarse al sexo y al amor. Nacen así noviazgos ocasionales con las sustancias; aunque cuando no hay en el sujeto recursos simbólicos e imaginarios para afrontar el real que irrumpe, se establecen  matrimonios precoces sin posibilidad de separación o con divorcios complicados (Barrionuevo, 2000).En las diferentes franjas etarias encontramos la recurrencia a  objetos que den  un plus : desde el  video porno a  la pastilla azul ,instalándose vínculos que van desde el mero uso hasta la adicción  (llegando al extremo de un recorrido fijo que no pasa por el Otro)[6]. Lo que era un medio, termina a veces imponiéndose como el único fin[7]. Se busca  placer y rápidamente se pasa a “más allá del placer”. “Imposible  saber las fichas  que tenía adentro”, dice X, cuyo consumo recreativo durante un par de décadas ha trastocado en adicción (siendo ahora compulsivo, “automático” y de tiempo completo). Entendemos que “lo imposible” de saber eran los recursos de los que podía disponer ante determinadas contingencias relacionadas con la falta y la pérdida, y el goce que lo habitaba.

Octavio Paz (1993) nos brinda algunas coordenadas para adentrarnos en el tema del erotismo. Evocando a Bataille, afirma que el erotismo es sexualidad  transfigurada: metáfora, invención y variación incesante[8]. Lo define como una poética corporal, en tanto la poesía es una erótica verbal. Toda erótica supone ceremonias y ritos, y por lo tanto no es sin representación.

En una época donde lo simbólico está debilitado y lo real aparece sin velos, el prototipo del adicto de hoy está lejos de aquel del artista y del poeta que en   los años 60 guiaran a generaciones de toxicómanos. En este punto, hacemos nuestras las apreciaciones de Héctor López (2007:158): “Hoy, la decadencia de toda ideología y la ausencia de discursos para hacer frente a lo real, producen un tipo de adicción en que predomina lo pulsional y la ausencia del sentido .Entonces el dolor se torna exageradamente mayor que el placer y la fantasía, y lo pulsional no encuentra la mediación fantasmática de los relatos compartidos […]”.

Cuando la adicción monopoliza la existencia, el único tiempo que cuenta es el de droga o l de la práctica adictiva de la que se trate. ¿De qué erótica nos puede hablar un adicto al paco? La economía del aparato psíquico apunta fundamentalmente  a cancelar el dolor, y la pasión por evitarlo es el  leit motiv. Tal vez podríamos conjeturar que la erótica queda allí en suspenso.

En tiempos de consumo generalizado, el adicto lleva al extremo esta marca de la época y muestra las dificultades para configurar una erótica allí donde lo pulsional queda desligado del amor y el deseo.

Bibliografía

  • Barrionuevo, J. (2000), Juventud y actual Modernidad, Buenos Aires, Eudeba
  • Freud, S. (1897/2013), Carta 79, Los orígenes del psicoanálisis, Obras Completas, Buenos Aires,   Siglo XXI editores.
  • Freud, S. (1898/2013), La sexualidad en la etiología de la neurosis,   Obras Completas, Buenos Aires, Siglo XXI editores.
  • Freud, S. (1908/2013), La moral sexual cultural y la nerviosidad moderna, Obras Completas, Buenos Aires, siglo XXI Editores.
  • Freud, S. (1912/2013), Sobre la degradación general de la vida erótica, Obras completas, Buenos Aires, Siglo XXI editores
  • Freud, S. (1927/2013), Dostoievski y el parricidio, Obras completas, Buenos Aires, Siglo XXI Editores.
  • Freud, S. (1929 /2013), El malestar en la cultura, Obras Completas, Buenos Aires, Siglo XXI   Editores.
  • Lacan, J. (1975), Jornadas de estudio de los cartels de la Escuela Freudiana de París, Sesión de clausura, Ficha de circulación interna, Escuela Freudiana de Buenos Aires.
  •  Le Poulichet, S. (1993), Toxicomanías y psicoanálisis. La narcosis del deseo, Buenos Aires, Amorrortu editores.
  • López, H. (2007), Las adicciones. Sus fundamentos clínicos, Buenos Aires, Editorial Lazos.
  • López, H.(24/12/2004),Tóxicos sexolíticos,www.elsigma.com.Consulta:11/4/19
  • Paz, O. (1993), La llama doble. Amor y erotismo, Seix Barral, Biblioteca Breve.
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[1] Ello da cuenta de que para Freud se trata de una problemática del sujeto y no del objeto.

[2] El verbo cancelar viene del sustantivo latino cancelli–orum: verja, balaustrada, límites, barrera. El tóxico pondría una barrera al dolor, no implicando una solución con respecto a lo que lo causa sino   una acción que lo hace desaparecer por un tiempo determinado aliviando el dolor de la falta.

[3] A diferencia del síntoma y otras formaciones del Ics, la sustitución no es metafórica.

[4]Se trata del dolor narcisista, “más acá del principio del placer’ intentando ligar las sumas de excitación, en un dispositivo de urgencia.

[5] El farmakon intenta organizar un circuito cerrado que tape los orificios frente a la invasión de un Otro no castrado, una parcial apertura al goce que  trata de  crear un borde donde algo del cuerpo se cierre.

 

[6] El film Trainspotting ilustra muy bien esta situación: “Una mujer, para que querer una mujer, para drogarla, para que otra cosa va a hacer”, dice  uno de los personajes toxicómanos  del film.

[7] Se va por lana y se sale esquilado ,como lo expresa el título de Oscar Gutiérrez Segú(LAS ADICCIONES o como ir por lana y salir trasquilado, Letra Viva,2007)

[8] Desde el psicoanálisis sabemos que la variación  tiene como tope nuestras fijaciones libidinales y nuestro fantasma.

 

Las adicciones y la erótica de la época