Editorial

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Por Lic. Débora Belmes
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El siglo XXI  viene marcando cambios que han modificado las maneras de habitar el mundo, atravesando los estamentos sociales y culturales. La tecnología, el universo digital, la velocidad, la evanescencia de algunos artefactos y conceptos, la globalización y la comunicación, entre otros, transforman de manera permanente nuestro hacer cotidiano.

Junto a estos cambios, las experiencias recientes, vinculadas a la pandemia y al Covid 19, han conmovido y complejizado nuestro universo conocido. Pasamos de la ilusión de la solidez y la certeza acerca del futuro a la irrupción de lo perecedero y frágil, de lo imprevisto y lo transitorio . No es que lo imprevisto y azaroso estuviera fuera de nuestro entendimiento, sino que la intensidad de su acontecer imposibilitó los modos de existencia que hasta ahora creímos sostener.

La vida y la muerte, entrelazadas desde siempre, pasaron a ser parte de los temas cotidianos inundando todos los espacios tanto geográficos como psíquicos. Estar vivos se convirtió en algo más que una simple expresión, adquiriendo diversidad de  sentidos tanto a nivel singular como  social.  Ya Freud (1915/1916) en su texto “La Transitoriedad” hablando de la caducidad de lo bello y de su valor como tal, señalaba que es justamente su temporalidad la que aumenta su valor y que el significado de lo bello es independiente de su duración. A la vez en el mismo texto señalaba que la pérdida de algo amado o admirado podía desencadenar un doloroso proceso denominado duelo, que implicaba el trabajo de desasimiento de la libido de sus objetos perdidos a los que se aferra y no quiere abandonar.

Tomando estas ideas y los modos en que somos afectados por los aconteceres en los que estamos inmersos hemos propuesto “Transitoriedad/Incertidumbre en la Clínica contemporánea. Lo imprevisto: vicisitudes en la subjetividad”,  como temática transversal institucional,   buscando abordar los modos en que lo real de nuestra pertenencia a mundos socioculturales y naturales afecta las formas de habitar lo cotidiano y de dotar de sentido tanto a nuestro presente, como a nuestro pasado y a nuestro futuro.

El prefijo trans de transitoriedad, refiere a las ideas de: detrás, al lado, más allá, a través de. ¿Qué es lo que podemos situar más allá? ¿Será más allá de los sentidos que hasta ahora hemos construido, más allá de aquello que hemos denominado nuestro mundo? ¿Detrás de esta realidad, que otras realidades también existen y pugnan por ocupar un lugar?

Nuevas experiencias tanto singulares como colectivas van configurando una territorialidad inédita no sólo por su intensidad sino también por su alcance global.

Este territorio, fruto del desarraigo que lo novedoso porta, nos ubica no sólo en una modalidad nómade, sino que también nos fuerza a construir espacios de encuentro que puedan ser habilitados y habitados sin que ello implique un para siempre. Habitar este territorio implica posicionarnos en un lugar, en el que la continuidad y discontinuidad entre distintos tiempos, entre distintos paradigmas y entre distintas conceptualizaciones dan cuenta que vamos ocupando múltiples espacios donde lo esperado y lo imprevisible forman parte de la deriva propia de estar en movimiento. Pertenecer a estos espacios implica enlazarnos con distintos colectivos y redes que enriquecen la singularidad pero que no existen sin tensión ni conflicto. El encuentro y el desencuentro, el debate y el intercambio son parte de los modos que vamos articulando en nuestra deriva vital.

El psicoanálisis en tanto conjunto teórico y en tanto práctica, no está exento de su responsabilidad en generar encuentros, debates y revisiones que enriquecen la mirada  a partir del diálogo que aportan las voces de múltiples autores. En este nuevo número de la revista Entrelíneas, hemos reunido algunos escritos que abordan el eje conceptual que atravesó la actividad científica del presente año: Patricia Erbin y Susana Matus ofrecen su experiencia desde la clínica vincular, Alejandra Muschitiello propone otras miradas sobre los mitos fundantes y los vínculos familiares y Mirta Inger escribe sobre el anidar y la concepción. María Laura Mendez y Pablo Farneda nos aportan las inquietudes que permiten interpelar este tiempo desde la mirada filosófica. Aldo Becce comparte desde Italia, sus experiencias con el personal sanitario durante la pandemia, en tanto Rafael Paz reflexiona sobre la tensión entre el Pan Demos y el Pandemonio. Por su parte, tanto Octavio Fernandez Moujan como  María del Carmen Parodi aportan en clave personal, sus apreciaciones sobre estos tiempos.

El lector encontrará también una sección del F´Oro de Clínica Psicoanalítica donde Liliana Mato realiza un recorrido acerca de la actividad del F´Oro en sus primeros veinte encuentros; en tanto Agustina Reynal y Valerie Demartini comparten sus propuestas acerca de la mirada y sus resonancias.

En De la Escritura Susana Salce escribe Las ocho notas de un minué, variaciones sobre un cuento de Tabucchi.

Finalmente en la sección dedicada a Nuevas Publicaciones, presentamos dos libros, acompañados por las reseñas escritas por sus respectivas autoras/compiladoras: Familias, Parejas y Analistas. La Escena Clínica de Silvia Gomel  por un lado, y  Lo familiar. Parentalidades en la diversidad de Diana Blumenthal, Patricia Emborg, Elena Furer, Beatriz Gelman, Analía Goldín, Susana Guerchicoff, María Teresa Marin, Analía Pesl, Elba Wolfson, Silvia Zeigner, por otro.

Por último, como editores, queremos agradecer tanto a los autores, como a todas las personas que han hecho posible  esta publicación .

Lic. Débora Belmes, directora científica del Centro Oro.

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