Presentación del libro: Familias, pareja, analistas

Escribí  este libro a la manera de una conversación entre colegas en un  intento   de proveer herramientas a quienes se internan en el campo de las terapias de familia y pareja. Compuse el itinerario de los capítulos alrededor de una  serie  de interrogantes desplegado a partir de viñetas clínicas. ¿Se modifica la escucha frente a una familia o una pareja? ¿Cuál será el dispositivo más eficaz?  ¿Cómo sostenerse frente al impacto escénico?¿Hablaremos de transferencia, o de transferencias múltiples y diversas? ¿Cómo intervenir para acotar el sufrimiento vincular? ¿Qué decir acerca de  las transformaciones epocales en los vínculos? ¿Qué pienso hoy sobre el tema de la transmisión generacional?

Mi deseo de escribir se apoya en la posibilidad de transmitir una experiencia que pueda ser de  utilidad a la hora de los desafíos clínicos.   Mostrar un recorrido que a lo largo de los años incluyó mesetas, precipicios, baches, caminos sin salida y también afortunadamente descubrimientos y eficacias.

Hablé antes de experiencias. Término que se enhebra con subjetividad, incertidumbre, lo efímero, el cuerpo, los afectos y ligada al hacer, a lo que sucede, nos sucede. Imagino la experiencia como situación que coexiste con lo verbal y  no como un paraíso que hemos perdido y hay que recuperar. Y por el camino sobre el hacer experiencia llegué inadvertidamente a   la cuestión del juego dramático.

La escena clínica que se configura en los tratamientos de pareja y  familia reconoce particularidades inéditas.  Junto con el fluir de la interdiscursividad aparece la cuestión de la mirada, la dramática de los cuerpos, el concierto de las voces, como agudos recordatorios de que el ser humano no se reduce a lo lingüístico. El analista vincular también se encuentra incluido en la escena de un modo ineludible y será desde esa posición que surgirán sus interrogantes y sus intervenciones.

¿Qué sucede cuando el dispositivo utilizado, lejos de producir la anulación de las manifestaciones corporales, las exacerba, desata y multiplica? Las características de los dispositivos de familia y pareja llevan a primer plano las cuestiones de la escena y de la corporalidad. ¿Por qué? En gran medida debido a la configuración de un espacio cuerpo a cuerpo, noción que creo  ilustra más precisamente la situación clínica vincular que el más conocido frente a frente propio del dispositivo bipersonal. Cuerpos a veces frente a frente, otras casi uno sobre el otro, de espaldas, parados, sentados en el piso, acostados… Particularidades que cambian la modalidad de producción discursiva y orientan la escucha a las producciones verbales y también a lo corporal, con afectos y emociones jugadas en los cuerpos con tal magnitud que no siempre pueden trasponerse al código lingüístico.

Me gusta pensar en la idea de acción dramática, que apunta a escenificar un conflicto entre personajes no sólo a través del relato sino también apoyada en el hacer corporal. Mestizaje entre el lenguaje y el plano de los cuerpos, que con sus vibraciones operan sin cesar sobre lo verbal y llaman a una escucha en todos los sentidos y con todos los sentidos..

Si en cualquier dispositivo el analista está condenado a percibir y a sentir, me atrevo a decir que en el trabajo con parejas y familias esa dimensión se agiganta.

¿Qué decir? ¿Cómo salir del impacto escénico? Sostengo a lo largo del libro que no existe la posibilidad de formular una intervención por fuera de la escena, cuestión que puede ser tomada como obstáculo o como herramienta eficaz. No somos simples espectadores pasivos y si nos reconocemos en situación habrá mejores chances de intervenir eficazmente.

Nuestra presencia implica elección y decisión, no es una presencia neutra.  Todo lo que hacemos- y lo que no hacemos- está impregnado de una cierta cosmovisión.  No alcanzo a  imaginar  un proceso terapéutico sin un analista que se ponga en juego en primera persona.