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Dejando huellas

Por Dra. Liliana Mato
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“Mi cuerpo es una boca que demanda

Besos, agua, dulces, humo

Mi cuerpo es una boca sin palabras

Una ausencia, un vacío, una nada

Mi cuerpo no conoce saciedad

Límites o espera

Soy la urgencia de una necesidad innombrable

Sólo eso es mi cuerpo.”(1)

En una inesperada y no calculada  coincidencia, en este año  que festejamos el  50 aniversario de nuestro Centro Oro, también sale a la publicación mi libro “Anorexias y bulimias- Clínica del desamor -Intervenciones”. Una publicación que atravesó reiteradas postergaciones por la pandemia y salió finalmente este año. El libro intenta dar cuenta de mi experiencia en el tema desde hace muchos años y dicha trayectoria es inseparable de mi recorrido en el Centro Oro.

Cada cumpleaños o aniversario nos remite al tiempo transcurrido y a la historia compartida. En mi caso compartí muchos de estos 50 años, en muy diferentes espacios, tanto asistenciales como docentes y científicos de nuestra Institución.

Durante algunos años de mi pertenencia al Centro, estuve a cargo de la coordinación de un Hospital de día especializado en trastornos de la conducta alimentaria que funcionaba en el mismo. Este dispositivo fue pensado como  una alternativa para evitar las internaciones en pacientes que atravesaban situaciones límites. Se realizaban distintos talleres y la producción de los mismos se presentaba en muestras a fin de año o en exposiciones del barrio. La idea central era propiciar espacios de simbolización y al mismo tiempo fomentar lazos con la comunidad a través del arte evitando el aislamiento y alentando una integración social activa, participativa y creadora. Uno de esos talleres era el Taller de teatro.

A modo de reconocimiento y agradecimiento decido compartir en este número especial de nuestra Revista, una experiencia de aquellos años y que forma parte de mi libro de reciente publicación.

“En una ocasión se organizó el armado de una obra de teatro para ser representada con motivo del festejo del Día del niño en un Hogar de niños huérfanos que estaban a la espera de ser adoptados. (2)

Tras varios meses de arduo trabajo, con marchas y contramarchas, atravesando momentos de angustia en los que parecía imposible concretar el objetivo, finalmente el proyecto pudo realizarse.

Una labor verdaderamente artesanal, cuyo producto estaba destinado a circular en la comunidad, pero en esa ocasión a destinatarios especiales: niños.

Se implementaron las condiciones adecuadas, se procuraron los instrumentos indispensables. Las propias pacientes elaboraron el guion de la obra, el vestuario, la escenografía y algunas de ellas lo interpretaron.

Resultó una experiencia conmovedora que dejó marcas fuertes y promovió cambios en el grupo. Esta experiencia tuvo consecuencias terapéuticas, si bien no fue pensada como una terapia sino como una experiencia creativa y solidaria.

En la obra teatral se asomaban el desamparo, el abandono, los miedos, para desvanecerse entre risas, juegos y bromas.

Representadas en la escena estas emociones, ponen en juego una serie de equivalencias y sustituciones que posibilitan un efecto de simbolización en tanto se expone el infortunio y la desventura entrelazados como parte de las desdichas humanas.

A los pocos días, los chicos hacen llegar cartitas de agradecimiento por los regalos recibidos, gracias a una colecta realizada, y felicitan muy especialmente a las “excelentes actrices”.

 Si esta experiencia pudo convertirse en producción de subjetividad para sus protagonistas, es en la medida en que ofertó distintas perspectivas, distintos espejos en los que mirarse, lo que posibilitó extender el juego en el cuerpo social.

  1. Mannoni (1969) escribe

“El teatro como institución funciona como un símbolo de negación (Verneinung), gracias a  lo cual lo que es representado al máximo como la verdad, es al mismo tiempo presentado como falso, sin que ninguna clase de duda se admitida…

Esto concierne al espectador pero también al actor. Ahora bien la Verneinung presupone una Bejahung (afirmación primordial), que implica una admisión a nivel de lo simbólico”.

 

El juego teatral posibilita así que las verdades más crueles y dolorosas puedan ser dichas en el escenario de ficción. El mismo es sostenido por un efecto de ilusión por parte del actor y del espectador creándose una simbolización con todas las consecuencias que esto implica.

Las diferentes experiencias gestadas en los talleres, conjuntamente con el espacio individual, proveen un armazón que favorece el despliegue de una trama argumental y propician el lazo social como soporte de un circuito de intercambio y factor reestructurante de la subjetividad.

   Cuando el sujeto está subsumido en relaciones fusionales o en una satisfacción de goce autoerótico, no hay lugar para el lazo con otros. Hay un empuje al retraimiento, al desligamiento del otro y una fijeza que dificulta la operación de sustitución. Es en la medida en que se conmueven estas posiciones y se crean nuevas alianzas que va teniendo lugar una redistribución de goces, que implica necesariamente una pérdida de goce en tanto atravesamiento de límites, de la castración, en definitiva.

Este atravesamiento abre el camino de la desalienación y el deseo de reinventar con otros.

Tal como ya mencionamos, el dispositivo interdisciplinario opera como una red de sostén y límite a la vez en la medida que abre un espacio de terceridad modulando las transferencias masivas y la tendencia a los vínculos fusionales.

El trabajo grupal en los talleres reafirma la tendencia a tejer tramas con relación a la creatividad, la sublimación, lo vital, lo erótico.

La vertiente del amor es aquella que reconoce al otro en su diferencia, en su diversidad y que permite tramitar la diferencia.

Las relaciones fusionales, pasionales e indiscriminadas operan en sentido contrario, en tanto la singularidad del otro queda abolida, conducen a un exceso que enferma y melancoliza, en definitiva, a un goce tanático.

Se trata de promover intervenciones simbolizantes que operen como una verdadera apuesta a la vida, como don activo que hace condescender el goce mortífero a dimensiones deseantes  neutralizando el sesgo mortificante.”(3)

 

Luego de esta experiencia  de teatro con los chicos del hogar, una paciente decía que la misma le había dejado huellas para siempre y nos explicaba sus razones. Si después de tantos años yo también la recuerdo,  es porque también en mí dejó huellas y las mismas son inseparables de mi pertenencia al Centro.

Esas huellas están en sintonía con otras, que tienen que ver con el clima de libertad que siempre Octavio supo generar y su estímulo permanente  para la apertura y la innovación.

 

 

(1) Poema escrito por una paciente en el Taller de escritura y publicado en la Revista “Ni apolíneas ni dionisíacas”. Coordinación Liliana Mato. Hospital de Dia de Trastornos de la conducta alimentaria del Centro Oro, 2001.

(2) Actividad realizada en el contexto del Taller de Teatro con la coordinación de Fabián Kobrinsky en el Hospital de Día de Trastornos de la conducta alimentaria del Centro Oro, 2000.

(3) Fragmento del libro “Anorexias y bulimias-Clínica del desamor-Intervenciones”. Liliana Mato. Lugar editorial, Buenos Aires, 2022.
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