De la Escritura

“Las ocho notas de un minué”

Variaciones sobre un cuento de Tabucchi

Por Susana Salce
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“¿Ud sabe qué cosa es un cuerpo? ¿alguna vez ha pensado que cosa representa un cuerpo? ¿Cuánta paciencia ha tenido la naturaleza, para fabricar sus criaturas? millones y millones de años. Una era geológica tras otra  para que el verde de la clorofila de las plantas embellezca un iris, o el negro de la lava de un volcán pigmente de negro una epidermis o un cabello y recién entonces y  como por milagro nace un cuerpo”(1)

Si bien ahora sabemos que estamos hechos de la misma sustancia que las estrellas, nunca antes hasta que leí en Tabucchi este lazo que él hace entre  ojo y  clorofila,  me había dado cuenta hasta qué punto formamos parte del paisaje cósmico.

Claro que, aunque nuestro cuerpo posea un alto porcentaje de  partículas estelares, no somos “estrellas” ni plantas ni árboles.  Como ambiguos mamíferos parlantes,  la trama lingüística nos envuelve  y desorienta hasta el punto de no saber muchas veces de dónde venimos o quienes han sido nuestros ancestros cósmicos  o terrenales.  Entonces inventamos mitos, narraciones,  como el del alma que nace de las alas de una mariposa, o el de la indiecita asesinada en la hoguera que se hizo ceibo en flor.

Hablando de cuerpos y nacimientos, el 12 de marzo de 1922 fue una fecha clave en la vida de Liba la narradora del cuento de Tabucchi. Aunque ella todavía no había nacido, en esa fecha nació su querida hermana mayor Sara.

Liba y un reloj de carrillón, serán personajes centrales del cuento. Cada día a las ocho de la noche,  el reloj hacía sonar las ocho notas de un minué que anunciaban la hora en la que la madre, el padre, Sara y el tío solterón se sentaban en el comedor  de su casa en Trieste, para compartir la cena.

Una noche, exactamente a las ocho y doce minutos el padre se dio cuenta que el reloj estaba mudo,  la música del carillón no había sonado. Mientras Liba comprobaba  que las manecillas se habían detenido a las ocho menos cinco, se escucharon golpes en la puerta.  Era el 18 de enero de 1944.

Aquella noche  mientras se escapaba por la terraza, la jovencita le hizo un ruego desesperado al reloj para que sus manecillas corrieran, corrieran y corrieran hasta que algún vértigo temporal se tragara esas horribles horas que no deberían haber existido nunca.

¿” Che ore sono da voi”? tal el título italiano del cuento, que viene a querer decir algo así, como ¿”Qué hora es allí”?     ¿Qué hora de la humanidad fue aquella  en Trieste cuando las S.S. entraron   a la casa de Liba  para llevarse a su familia y el reloj de carrillón?

Muchos, muchos años después quien golpeaba en la puerta de su casa  en Viena, era un funcionario del gobierno italiano que quería   devolverle el  reloj con sus agujas detenidas en el tiempo. “Los míos terminaron en “Auschwitz Birkenau y desaparecieron como humo en la atmósfera”, pensaba una Liba ya anciana, mientras rechazaba el ofrecimiento.

“Desaparecidos como humo en la atmósfera”,  quizá cuando escribió  “tumbas en el aire”, Paul Celán encontró el modo de nombrar lo innombrable: junto con el exterminio de una parte de nuestra humanidad, el borramiento de uno de los ritos fundacionales de la civilización. Todavía nos  seguimos preguntando cuáles han sido las consecuencias que estas atrocidades han tenido en la subjetividad humana.

Burroughs decía que   el lenguaje es un virus y si pensamos en esas epidemias de locura que han segado la vida de millones de personas a lo largo de la historia,  el lenguaje es como un virus que –toma los cuerpos- y  puede llegar a ser arrasador, claro que también es la herramienta con la que Tabucchi pudo escribir este relato  que : ¿nos humaniza?

En “El lenguaje y la muerte” Agamben afirma que el hombre creó el lenguaje pero el hombre no es el lenguaje, por eso las máquinas hablan y así como las máquinas hablan  vivimos tiempos oscuros  en los que hay hombres y mujeres que hablan  y actúan como máquinas.

Derridá proponía la poesía como amparo ante los modos totalitarios de un decir tecnológico que nos va mecanizando. La poesía en tanto voz que pone en cuestión cualquier hegemonía de sentido.

Agradezco a Verónica Trentini, escritora y profesora de lengua italiana, haber compartido este cuento que me conmovió profundamente y me llevó a preguntarme ¿qué es lo que ampara en este escrito de Tabucchi contra el horror que cuenta? Creo que lo que ampara en este relato más allá del lenguaje con el que está escrito,  es algo quizá ilegible, algo que no se puede ver,  pero  que se hace sentir , algo  así como el aire entre las letras que dan cuenta del alma del autor -su voz- su peculiar  modo de decir.

 

Tabucchi A. ¿Che ore sono da voi? Edic.Feltrinelli 2020

 

“Las ocho notas de un minué”